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En defensa del Olivar de Chamartín

LA CIENCIA ESPAÑOLA EN LOS SIGLOS XIX Y XX (2)

LA CIENCIA ESPAÑOLA EN LOS SIGLOS XIX Y XX (2)
LA FIGURA DE JOSÉ CASTILLEJO

Las consecuencias de la guerra civil fueron muy nefastas para la ciencia española, y no sólo por la destrucción de laboratorios o, incluso, por el exilio de científicos relevantes, sino sobre todo por el espíritu revanchista de los vencedores, para quienes cualquier iniciativa que se hubiese puesto en marcha en la república, o en épocas anteriores, era perversa per se. Con ese espíritu revanchista pero, sobre todo, con la intención de eliminar la relativa autonomía de la JAE y supeditar la ciencia española a una ideología concreta y, en especial, al poder político establecido, se creó en 1940 el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Aunque las anécdotas no generalizan a la historia, cómo ya he comentado, sí creo, sin embargo, que son ilustrativas del espíritu que impregnaba la época y, por tanto, las instituciones que en ella se crearon.
Me gustaría por ello contar lo que le sucedió a José Castillejo, secretario de la JAE, y alma mater de la misma durante 27 años, pues su presidente, Santiago Ramón y Cajal, era en esa época demasiado mayor.
Castillejo estudió filosofía, derecho e historia y se doctoró en derecho y en historia. Amplió su formación con cursos de economía e historia en Alemania y fue catedrático de Derecho Romano en las universidades de Sevilla, Valladolid y Madrid. Como buen humanista, también estaba interesado en las ciencias, en especial por la zoología y la fisiología.
Su obsesión era abrir un país cerrado como España hacia el mundo, lo que le impulsó a crear la "Escuela Plurilingüe" en la que los alumnos recibían clases en distintos idiomas, dependiendo de la nacionalidad del profesor que impartiera la asignatura. Su intención era que los alumnos españoles pudieran realizar intercambios con los de otros países, pero el gobierno español no lo permitió. Esta escuela tuvo numerosos problemas con los distintos gobiernos de la época, entre otros motivos porque pretendía que la enseñanza religiosa estuviera al alcance de todos los alumnos pero que no fuera obligatoria. La escuela cerró en 1936 y en esa fecha contaba con 200 alumnos que hablaban inglés, alemán y francés además de latín. Entre los padres que apoyaban el proyecto pedagógico de Castillejo se encontraban Jorge Guillén, Pedro Salinas y Andrés Segovia.
Castillejo consiguió que salieran al extranjero los alumnos recién doctorados y fue el impulsor de una residencia de estudiantes al estilo inglés, en la que alumnos de diferentes carreras vivían juntos de forma que aprendieran unos de otros. La idea era que la formación cultural se prolongara más allá de las aulas. En esta residencia se alojaron como alumnos, entre otros, Lorca, Buñuel y Dalí; y como visitantes, Unamuno, Juan Negrín y Ortega y Gasset.
La ciencia española le deberá siempre a Castillejo ser, por ejemplo, el gran impulsor del Instituto Nacional de Física y Química, una institución que abrió sus puertas en 1932, gracias a las donaciones económicas de la Institución Rockefeller, la cual, tras largas negociaciones con el gobierno español, sufragó los gastos de la creación de un instituto de investigación dotado con los aparatos más avanzados de la época.
Castillejo, en vista de los escasos recursos que el gobierno español dedicaba a la investigación, decidió visitar en 1919 la sede de la Fundación Rockefeller en Nueva York. Era una institución creada en 1913 y que, por entonces, prácticamente sólo se ocupaba de temas biomédicos, a través de la International Health Board (IHB) y de impulsar la ciencia en los países poco desarrollados. Castillejo deseaba que la fundación estableciese en España un centro científico de laboratorios compuestos por médicos americanos y españoles.
En febrero de 1922, el director general de la IHB, Wickliffe Rose, visitó España para comprobar in situ cómo estaba la situación científica del país y si merecía la pena la donación económica necesaria para impulsar la ciencia o, por el contrario, si el nivel investigador era tan ínfimo, que esa ayuda no serviría para su propósito. De aquel viaje salió, por ejemplo, la posibilidad de que médicos españoles se formaran en la prestigiosa Escuela de Higiene del Hospital John Hopkins de Nueva York. Tras la visita, los estadounidenses concluyeron que no se veía claro que la inversión necesaria para costear un laboratorio de investigación en España tuviera los frutos deseados, dado el mínimo nivel científico del país.
En 1923 se creó la International Education Board, y Rose fue nombrado presidente. Castillejo no cejó en su intento de atraer para España esas inversiones para laboratorios científicos por lo que, valiéndose de su amistad con Rose, éste accedió a realizar una nueva visita a España y acompañado por Castillejo, se entrevistaron con el jefe de gobierno de entonces, el general Primo de Rivera.
El proyecto casi se suspende por la, nuevamente, miopía política de los gobiernos españoles. Así, en 1926 el gobierno decidió cambiar, repentinamente y sin ninguna justificación, el mecanismo de selección de los vocales de la JAE, de forma que se primaran más las creencias políticas y religiosas que los méritos científicos. Este cambio, según se desprende de las cartas de Castillejo a la Fundación Rockefeller archivadas en dicha fundación, "fue instigado por un grupo de jesuitas que tiene gran influencia en el ministro de Educación". (Sánchez Ron, 1999: 241)
En realidad, la modificación tenía como base el hecho de que el doctor Castillejo tenía fama en Madrid de ser anticlerical, lo que llevaba a que la JAE estuviera siendo vista como anticlerical. Un informe de la Fundación Rockefeller indicaba que, en general, los sacerdotes españoles no se oponen a las actividades científicas, aunque no están de acuerdo en que éstas sean dirigidas por anticlericales declarados.
La institución Rockefeller se alarmó ante la modificación propuesta por el gobierno y en 1927 reconocía que "el éxito del experimento" para implantar la ciencia en un país "científicamente retrasado" como España, estaba fuertemente hipotecado por esta nueva forma de nombrar a los miembros de la Junta.
Gracias a Castillejo, otra vez, pudieron limarse asperezas y el 6 de febrero de 1932, ya bajo el nuevo régimen de la II república, tuvo lugar la ceremonia de inauguración del nuevo Instituto Nacional de Física y Química, conocido también como Instituto Rockefeller, en un acto en el que estuvieron presentes entre otros, Pierre Weiss y Arnold Sommerfield. La nueva esperanza que se vislumbraba sobre la ciencia española fue truncada rápidamente por la guerra del 36.
Castillejo consiguió que, gracias a las donaciones de la fundación estadounidense, los científicos españoles estuvieran bien pagados. Sin embargo, según cuenta su esposa en su libro de memorias ’Respaldada por el viento’, Castillejo nunca permitió que le subieran su sueldo de secretario de la Junta, aunque se lo aumentaran al resto de los funcionarios.
En el Instituto Nacional de Física y Química trabajaban Blas Cabrera, que fue su director, y profesores como Moles o Catalán. Esos cuatro años entre 1932 y 1936 en que comenzó la guerra civil, "constituyeron el clímax de la física española en toda su historia" [...].
El estallido de la guerra civil, el 18 de julio de 1936, sorprendió a Castillejo en Ginebra. Al regresar a España le insinuaron que debía marcharse porque su nombre figuraba en varias listas negras, entre ellas en la de los anarquistas, en cuyo periódico, Claridad, se publicó su nombre como "una de las personas que había que liquidar". El ex secretario de la JAE envió a su familia a Gran Bretaña pero él quiso permanecer en Madrid.
La situación se complicó cuando se repartieron armas entre la población dando pie a innumerables venganzas personales "en nombre de España y de la libertad".
La venganza hacia Castillejo ha sido descrita, entre otros investigadores, por Carmela Merino. Ésta consistió en un bochornoso "paseo" que le hicieron dar a Castillejo, quien en 1936, ya no tenía poder sobre la JAE, pero que aún era considerado como el impulsor de la vinculación de la ciencia española con la del resto del mundo. Así, profesores que él conocía y a los que había ayudado se presentaron en su casa con fusiles y lo obligaron, entre insultos y abucheos, a caminar hasta el Centro de Estudios Históricos, para que entregara llaves y documentos, sobre los que ya no tenía poder. El acto de venganza pudo tener consecuencias dramáticas, de no ser por la intervención de algunos amigos de Castillejo, entre ellos, el ministro Barnés y Ramón Menéndez Pidal. Finalmente, el linchamiento se resolvió condenado a Castillejo al exilio a Londres.
Cuando llegó a la capital inglesa, en realidad sólo habían pasado doce días desde que su familia se había separado de él; sin embargo, el episodio del humillante "paseo" dejó una profunda huella en él, según relata su viuda en sus memorias [...].
Castillejo, cuya filosofía de vida, según él mismo confesaba, era el Derecho Romano, había contribuido de forma muy notable a la liberalización de las ideas, a la potenciación de la ciencia y de los científicos y a la reforma del sistema educativo español para que fuera más flexible e internacional:
"Si fuera necesario comprobar su inmensa influencia en la liberalización de las ideas en España, la prueba la facilitaría el propio Franco. Cuando éste pasó revista a la obra de los diversos profesores universitarios en el exilio, a fin de despojarlos del puesto vitalicio que tenían, Castillejo fue al que dieron de baja sin explicación alguna. ‘Siendo las razones tan evidentes para cualquiera’. ‘Para cualquiera menos para mí’, comentó José" (Claremont de Castillejo, 1995: 97).
José Castillejo murió en Londres, el 30 de mayo de 1945. Unos días antes escribió una charla que fue leída tras su fallecimiento por un locutor en la emisión española de la BBC. En este artículo, que tituló "Testamento espiritual" y que fue traducido y publicado por la revista Fortnightly Review, decía: "He hecho todo lo que he podido por España durante mi vida. Ahora cae la responsabilidad sobre otros más jóvenes que yo".

Carlos J. Elías, 2001.
Influencia de la historia de España (siglos XIX y XX) en el periodismo especializado en ciencia Revista Latina de Comunicación Social, número 39, de marzo de 2001, La Laguna (Tenerife)
Vía: http://www.ull.es/publicaciones/latina/2001/latina39mar/112elias4.htm

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