LA VANGUARDIA, 25 MARZO 1930: INTELECTUALES CASTELLANOS Y CATALANES.
NOTAS DEL DÍA
Intelectuales castellanos y catalanes. Actos de confraternidad
Cariñosísimo recibimiento
        Para   esperar el segundo expreso de Madrid, en el cual debía llegar a     Barcelona el último grupo de intelectuales castellanos, se congregó  en    el apeadero de Gracia un gran gentío, al frente del cual figuraban     conocidas personalidades catalanas, destacadas en las ciencias, las     letras y las artes. Púbiico, en general, formado por elementos     pertenecientes a las profesiones liberales, pero en el que la masa     popular estaba también numerosamente representada.
       Una parte    considerable de la gente que esperaba bajó a los andenes del  apeadero,    apostándose el resto frente a la salida de la estación, en  la calle  de   Claris. Ni que decir tiene que en lugar preferente del  andén se   hallaban  todos los firmantes de la invitación dirigida a los    intelectuales  castellanos, sin otras ausencias que las que la    imposibilidad material  impuso. Además se hallaban presentes    representaciones del Ateneo  Barcelonés, «Fundació Bernat Metge», Ateneo    Enciclopédico Popular,  Reales Academias, Círculo Artístico, Casa de    Castilla y otras muchas  entidades. También acudieron al apeadero    algunos de los intelectuales  llegados a Barcelona la noche anterior o    en el primer expreso, que eran  los señores «Juan de la Encina»,    Luzuriaga, Giménez Caballero,  Castillejo, Sánchez Albornoz, Pedro    Salinas, Américo Castro,  Araquistain, Álvarez del Vayo, García Martí,    Eugenio Montes, Bagaría, Álvaro de Albornoz, Benjamín Jarnés, Tomás    Borrás, Félix Lorenzo, Diez  Cañedo, Azaña, Lasso de la Vega, Ledesma,    Zubiria, Insúa, Millares, Ruíz  Manent, Baeza, Fernando de los Ríos y    Ortega y Gasset, estos dos  últimos llegados el día anterior de Granada  y   París, respectivamente.
        Al entrar en agujas el tren que   conducía a los ilustres viajeros   estalló una gran ovación, que se   prolongó hasta que los expedicionarios   bajaron de los coches que   ocupaban.
       Los llegados eran los señores  Menéndez Pidal,   doctor Marañón, Ossorio y  Gallardo, «Fabián Vidal»,  Pérez de Ayala,   Urgoiti, Sangroniz, Pittaluga, Zulueta, Jiménez Asúa,  Tapia, Rivera   Pastor, Marichalar,  Bergamín, Ballesteros, Bravo, Martínez  Sierra y   Bello.
       Los aplausos se volvieron a repetir, con  entusiastas   vivas, aumentando  aún el entusiasmo al salir nuestros  ilustres   huéspedes a la calle de  Claris en donde la muchedumbre les  rodeó,   vitoreándoles.
       Visiblemente emocionados respondían a la    afectuosísima acogida y  muestras de simpatía con cariñosos saludos y    frases de agradecimiento.
       En distintos coches preparados al    efecto se fueron acomodando. Mas,  ante las insistencias de la multitud,    el doctor Marañón decidió ir a  pie hasta el hotel Rítz, acompañado   por  gran número de personas, que no  cesaron de aplaudirle y   vitorearle.
      El público, cada vez más numeroso, se estacionó   ante el Ritz,  esperando  oír la palabra de los intelectuales   castellanos. Al poco  aparecieron en  el balcón principal los ilustres   visitantes, a los que  la muchedumbre  acogió con grandes ovaciones.
       Entonces los señores Ossorio y  Gallardo y Marañón, a requerimientos    del público, se vieron obligados a  hablar brevemente desde el balcón    para agradecer la cariñosa acogida,  saludaron a Cataluña en nombre de    Castilla y «aceptan el homenaje del  pueblo de Barcelona como una  prueba   de su sincero amor a la cultura y la  ciudadanía.»
     Una  vez  satisfechos los anhelos populares, la  manifestación, que había    interrumpido la circulación de tranvías y autos  por la Gran Vía, se    disolvió, no sin antes renovar los aplausos como  despedida.
En la plaza de San Jaime
        Desde antes de las doce comenzaron a estacionarse nutridos grupos en  la  Plaza de San Jaime. El público se situaba frente a las Casas   Consistoriales aguardando con impaciencia la llogada de los   intelectuales.
      Ante la avalancha de gente que se congregaba   allí los guardias de seguridad de a caballo comenzaron a evolucionar   para despejar la entrada al Ayuntamiento.
      Esto originó algún   revuelo y no pocas protestas. Una comisión de manifestantes pasó a   entrevistarse con el alcalde, dándole cuenta de la actitud de la   policía.
      El alcalde, acompañado del jefe de la guardia urbana,   señor Ribé, bajó entonces a la plaza y rogó al jefe que mandaba la   fuerza pública que permitiera la estancia del público frente al Palacio   municipal, como así se hizo.
       La gestión del conde de Güell fue acogida por el público con una calurosa ovación.
En el Ayuntamiento
        A las doce y media llegaron los intelectuales castellanos al   Ayuntamiento, para asistir al «lunch» organizado en su honor por el   alcalde en nombre de la ciudad.
     Fueron recibidos por el conde de Güell, el señor Martínez Domingo y casi todos los concejales y altos empleados de la casa.
        Después de las salutaciones de rigor, los intelectuales castellanos,   divididos en grupos y acompañados del alcalde, concejales e   intelectuales catalanes, visitaron las principales dependencias, pasando   luego al Salón de Ciento, donde habían sido colocadas las mesas para  el  «lunch».
      El histórico salón,  significado de la intelectualidad catalana, se llenó de invitados y señoras.
        Los ilustres huéspedes castellanos al hacer su entrada en el Salón de   Ciento fueron recibidos con el mismo entusiasmo con que había sido   subrayado su paso por la Plaza de San Jaime al entrar en el Palacio   municipal.
      Hecho el silencio, el alcalde, conde de Güell   rodeado de intelectuales castellanos y catalanes, pronunció el siguiente   discurso:
     «Señores: Honrado por Su Majestad el Rey con el   cargo de alcalde de esta ciudad, que significa representación del  pueblo  barcelonés, constituye el más elemental de los deberes en el  desempeño  de este puesto, el hacerme eco de los estados de opinión de  éste; deber  fácil de cumplir cuando concuerda con lo que a uno el  corazón le dicta.
       Señores: Yo sería indigno de poner  mi nombre, cual lo hago todos los  días, bajo un epígrafe que dice: «El  alcalde de Barcelona», si en esta  ocasión no hubiera solicitado yo  mismo que se me asignara el primer  lugar en este homenaje, testimonio  de agradecimiento que Cataluña  entera, pues se han adherido a mí  Gerona, Lérida y Tarragona, que  Cataluña entera rinde a los ilustres  representantes de la  intelectualidad de toda España, en testimonio de  gratitud, porque ellos  en un momento difícil para Cataluña tuvieron un  gesto de hidalguía  ideológica amparando la cultura y la lengua de  Cataluña, y defendiendo,  por tanto, el derecho a la vida del alma  catalana.
      Permitidme que en esta ocasión os haga algunas consideraciones sobre el acto que realizamos.
        Después de presentaros a vosotros el testimonio de Cataluña  agradecida,  quiero deciros delante de los catalanes aquí reunidos, que a  mí vuestro  gesto no me ha sorprendido. No me ha sorprendido porque  sois  intelectuales y porque sois españoles. La intelectualidad no ha   revestido nunca en ninguna raza forma más elevada que la de la   comprensión, la transigencia y la admiración al saber ajeno. Pero yo   quiero recordaros, además, que, porque sois españoles, es gloriosa   vuestra ascendencia en la intelectualidad castellana. Yo quiero   recordaros en esta ocasión que en el mil quinientos, cuando las espadas   españolas conquistaban un Nuevo Mundo y unían tierras en las que no se   ponía el sol, vuestros ascendientes,  los intelectuales de aquel siglo,   que se llamaban Las
Casas Sahagún, Molina, Orozco, Olmos y   Carochi, eran los autores y ellos mismos quienes editaban los   diccionarios, gramáticas y obras literarias de recopilaciones aztecas, y   quienes formaban, a expensas del erario público y de los magnates y  los  Reyes de Castilla, lo que constituye los tesoros reunidos en las   estanterías de El Escorial, y son todavía, para admiración del mundo en   relación con aquellas regiones y aquella cultura, lo que el centro tan   criticado de los Estudis Catalans de nuestra lengua y nuestra cultura,   que habéis defendido.
      Comprenderéis que si eso era,   como os he dicho, tratándose de las Indias occidentales, por fechas del   mil quinientos, y en países conquistados por las armas, no me podía a  mi  sorprender vuestro gesto en el siglo veinte, ante la lengua y la   cultura de un pueblo nunca por nadie conquistado, que se unió libremente   a Castilla por pactos forales de respeto a mutuas libertades; pactos   escritos, suscritos, sellados y jurados por sus Reyes.
        Y aunque no deseo hacer un estudio de erudición, no quiero tampoco   pasar del dieciséis a esta fecha de hoy, como con el silencio de una   tumba del saber en España; porque hubo otros muchos, y no puedo menos   que citar a aquellos dos hombres insignes, maestro y discípulo que   juntos admiraron las culturas que ambos representaban y que se llamaron   Mila y Fontanals y Menéndez Pelayo, y aquel ilustre Jovellanos que,    ante este mismo problema español y dentro de su idea del Estado   unitario, dio como solución la tan halagadora para Cataluña de que se   trasladara la capitalidad de España a Barcelona.
      Y   ahora os diré por qué razón sin contar vuestro número ha dado Cataluña   tanto valor a vuestro gesto como si fuera un R. D. Esto es porque   representáis la intelectualidad de España, y todos sabemos que la   intelectualidad en todos los países es su vanguardia, porque mientras no   se cambie la ley que rige la evolución en el progreso del mundo, lo  que  los intelectuales sentís, pensáis, decís, queréis y hacéis, es lo  que  algún tiempo después han de pensar, decir, querer y hacer todos ios   demás, aun los que os critiquen, y todos sabemos que en la Historia de   los pueblos no se cuentan los minutos.
      Señores: En   esta mañana feliz, bajo estas piedras vetustas y estos arcos medievales   que han vivido todos los episodios al través
de la historia   de la unión de estos dos pueblos, yo os digo a los representantes de    intelectualidad de toda España, que Cataluña os queda agradecida, y os   digo a vosotros, los catalanes que me oís, que no olvidéis que la   intransigencia, las imposiciones y el imperialismo miniaturizado, no son   sino plantas da la decadencia española; que la verdadera España es la   que antes os recordé y la que hoy representan estos amigos de Cataluña   que nos visitan, y por eso yo, que por mi sentir y por mi nombre soy  tan  catalán como el que más lo sea, que tanto quiero a España, os pido  que  admiréis y améis a España.» (Grandes aplausos.)
      A   continuación habló en nombre de los intelectuales castellanos el señor   Américo Castro, quien, en brillantes y elocuentes palabras, que a menudo   fueron interrumpidas por los calurosos aplausos del público, comenzó   expresando la elevada significación del acto que celebraban.
      Estimo   que los intelectuales castellanos han venido a Cataluña para entablar   el diálogo de las letras después de acabar el monólogo de las armas.
        Nuestra presencia aquí—añade—no tiene un alcance verdaderamente   político, aun cuando haya aquí algunos políticos. La Razón y la Justicia   flotan siempre sobre los agobios que ocasionalmente puedan oprimirnos.
        A aquel espontáneo gesto requerido por la mentalidad, por la  corrección  y por la sensibilidad respondéis hoy vosotros en forma tal  que en  verdad sentimos hondamente comprometida nuestra responsabilidad y   nuestros afectos para durante mucho tiempo.
      El alcalde de Barcelona acaba de hablar de comprensión, de inteligencia, de respeto mutuo, y yo creo que todos nosotros ¿qué otra cosa podemos hacer sino suscribir esas razones? Se trata no sólo de que nos comprendamos, sino de que convivamos. Convivir es sentir que la curva de nuestros intereses se prolonga fuera de nuestro ámbito. Hay que convivir; hay que sentir el mutuo respeto.
      En tanto que el resto de España no emprenda el hecho catalán, España estará sometida a todas las desdichas. (Gran ovación que dura largo rato.)
      Es preciso que de una vez para siempre las gentes no se austen ni se   extrañen de que en la Península, de que aquí se hable una lengua además   de la oficial. Es preciso comprender ese hecho con todas sus   consecuencias; no asustarse de la realidad.
      Vosotros sois uno de los manifiestos hechos vivos en la vida española.
        Es preciso que nos miremos francamente y que nos digamos con el  corazón  en la mano lo que debemos hacer e ir siempre juntos.
        Quien viene de día de Madrid a Barcelona se explica sin más dudas lo  que  acontece en este caso. Viniendo ayer de Madrid los comentarios de  las  gentes curiosas que viajan eran éstos: ¡Parece Asia Menor! ¡Los   Balcanes! ¡A veces el Tibet!
      Nos aparta el desierto geográfico entre Cataluña y Madrid. El único gran oasis es la ciudad de Zaragoza.
        Es preciso que ese desierto se colme de ricos oasis espirituales. Que   no estemos divididos por esos compartimentos estancos, por esas   soluciones de continuidad.
      Para evitar todo esto la cultura es un lazo a propósito.
       Es necesario que aquí se explique en catalán, porque yo prefiero que  se  haga así que no con la falsa comodidad de una iengua común.
        Diré que en Madrid no se concede el lugar que merecen a las culturas   peninsulares, y es indispensable que lleguen allí, sobre todo la cultura   catalana. Esta cultura catalana hay que llevarla a Madrid. (Grandes aplausos.)
      Es   indispensable que haya más libertad para que toda España se dé el   régimen que democrática y culturalmente crea que debe imponer.
     Yo deseo, señores, -termina diciendo el señor Américo Castro- que este día memorable deje un eco en todas nuestras almas, y sobre todo, que este día deje en nosotros un estimulo de responsabilidad y saber que nuestros deberes, desde mañana van a ser mucho más severos y más rigurosos.
      Las últimas palabras del orador son ahogadas con una ovación entusiasta y calurosa que dura varios minutos.
      Terminados los discursos los ilustres huéspedes fueron obsequiados con pastas y vinos.
         Al pasar al antedespacho de la Alcaldía, el conde de Güell acompañado   del señor Ossorio y Gallardo y de otros intelectuales, se asomaron al   balcón, saludando al gentío que se hallaba estacionado frente a las   Casas Consistoriales.
      El público acogió con grandes ovaciones al señor Ossorio, obligándole a pronunciar breves palabras.
      Hace pocos momentos—dijo el señor Ossorio y Gallardo—en   ocasión análoga, he tenido oportunidad de expresar la gratitud de  todos  mis compañeros hacia lo que juzgaba una manifestación de cultura y  de  libertad.
      Ahora, después de oír unas palabras   imborrables por lo elevadas y por lo efusivas del ilustre alcalde de   Barcelona, no tengo ni otro deber, ni otra fuerza, ni otro sentimiento   que los precisos para testimoniar en nombre y representación de todos   mis amigos castellanos, y no quiero equivocarme al decir que de toda   Castilla, una palabra de reverencia, de amor y de entusiasmo para esta   Cataluña inmortal y gloriosa.
       El público ovaciona   delirantemente al señor Ossorio, reclamando también la presencia del   doctor Marañón, pero éste se ha ausentado ya.
      En cambio, se   asoma el señor Álvaro Albornoz, quien pronuncia breves palabras de   salutación que tambiéu se acogen con grandes aplausos.
      A la una   y media de la tarde, y después de efusivas pruebas de manifiesta   cordialidad catalano-castellana, los intelectuales castellanos se   retiraron del Ayuntamiento, siendo despedidos por el alcalde y   concejales.
      Al salir el doctor Marañón, ocupando el automóvil   de la Alcaldía, que el conde de Güell había puesto galantemente a, su   disposición y a la de sus compañeros, el público que continuaba   estacionado en la plaza del Ayuntamiento le acogió y despidió con vivas y   aplausos.
En la plaza de Cataluña. Una manifestación
        Otro grupo de manifestantes que acompañó a los intelectuales que se   hospedan en el Colón, se estacionó frente al edificio, en la Plaza de   Cataluña, aplaudiendo insistentemente hasta que a los balcones centrales   salieron los ilustres huéspedes para saludar al público.
      El   doctor Sáinz Rodríguez pronunció unas palabras de salutación, terminando   con un viva a la libertad que fue contestado con fervor por los   elementos populares que a poco se retiraron, dirigiéndose a la Plaza de   San Jaime formando un compacto grupo.
      A su paso por las Ramblas los manifestantes dieron muchos gritos de «Viva la libertad» y «Queremos la amnistía».
        La manifestación engrosó considerablemente y en vista de sus continuos   gritos y aplausos los guardias de seguridad que se hallaban en la  Rambla  de los Estudios desenvainaron los sables simulando una carga. La   manifestación llego sin nuevos incidentes a la Plaza de San Jaime.
El bello rasgo de un chofer
        Durante los momentos que siguieron a la llegada de los intelectuales   castellanos, se registró un curioso y bello rasgo que al ser conocido   del público fue muy elogiado.
      El señor Ossorio y Gallardo para   librarse de la verdadera ola humana que lo arrolló a su salida del   apeadero, tomó un taxis, en compañía de su íntimo amigo don José María   de Nadal, para dirigirse al Ritz. Y una vez llegados al citado   establecimiento el señor Nadal se adelantó a pagar el importe de la   carrera, pero el chofer rechazando con amable gesto el dinero que se le   daba, lo rehusó, diciendo:
      «Per tractarse d’aquesta diada i del senyor Ossorio, no vull cobrar res.»
        Los señores Nadal y Ossorio agradecieron mucho este desprendimiento  del  conductor del taxis, insistiendo en que, sin embargo, les cobrara,  pero  aquél se negó resueltamente, diciendo que se consideraba bien  pagado  pudiendo contribuir de este modo al homenaje a los escritores   castellanos y a los actos de confraternidad que se iban a celebrar.
Almuerzo íntimo a «El Sol» y «La Voz»
        Invitados por el diputado provincial y culto editor barcelonés don   Gustavo Gili, el domingo se reunieron a almorzar «A Can Soler»,
la   típica taberna de la Barceloneta, el ilustre fundador de los grandes   periódicos madrileños «El Sol y «La Voz», don Nicolás María Urgoiti, los   directores de ellos, don Félix Lorenzo y don Enrique Fajardo (nuestro   querido «Fabián Vidal»), y numerosos redactores y colaboradores.   Figuraban entre ellos los señores Baeza, Bagaria, Bello, Castro,   Díez-Canedo, «Gaziel», Giménez Caballero, Gómez de la Serna, Luzuriaga,   de los Ríos y Zulueta. También se sentaron a la
mesa el ex ministro don Ángel Ossorio y Gallardo y el maestro de la lengua catalana don Pompeyo Fabra.
        El almuerzo transcurrió entre la más cordial camaradería, y nuestros   huéspedes castellanos quedaron encantados de las breves horas pasadas en   uno de los barrios más característicos de Barcelona. Luego se   trasladaron a la Exposición y la recorrieron durante el tiempo que   tenían disponible hasta la hora del concierto de homenaje, dado por el   «Orfeó Catalá».
El concierto del «Orfeó Cátala»
        A las cinco de la tarde tuvo efecto el concierto que el «Orfeó Cátala»   dio en el Palacio Nacional en honor de los intelectuales castellanos.  La  amplísima sala de fiestas estaba totalmente ocupada de un público   fervoroso y entusiasta.
      En las alrededores del Palacio se   estacionó una gran multitud que religiosamente escuchaba el concierto   que retransmitían los potentes altavoces colocados en la fachada del   edificio.
        A las cinco y media hicieron su aparición en el palco central, situado   debajo del monumental órgano, los intelectuales castellanos,  acompañados  del alcalde, conde de Güell, y de buen número de  intelectuales  catalanes. Una formidable ovación saludó a los ilustres  huéspedes,  quienes emocionadísimos saludaban al público,  correspondiendo a tan  cariñosa acogida. El momento fue verdaderamente  emocionante. Millares de  pañuelos se agitaban al aire saludando a los  intelectuales de Castilla.
        Al presentarse en el estrado el  «Orfeón, las ovaciones se repitieron.  La «senyera», como en el domingo  anterior, recibió el entusiasta  homenaje del pueblo barcelonés  congregado en la amplia sala del Palacio  Nacional.
      El  concierto se desarrolló según el programa  anunciado. A la terminación  de cada canción, las ovaciones se repetían  con el mismo entusiasmo. El  «Cant de la senyera» fue escuchado de pie y  entre clamorosos aplausos.
       A la terminación del concierto, los  intelectuales castellanos fueron  despedidos con grandes aplausos, que se  repitieron a la salida del  Palacio Nacional.
      Los ilustres  huéspedes tributaron muchos  elogios al «Orfeó», mostrándose encantados  del interesante repertorio  que ejecutó.
El banquete del Ritz. Los que asistieron
        Por la noche tuvo efecto en el salón de fiestas del hotel Ritz el   banquete denominado de la intelectualidad A él asistieron 516   comensales, entre los que figuraban los más altos valores de las Letras y   Ciencias españolas.
      Presidió la fiesta el presidente de la Real Academia de la Lengua Española, don Ramón Menéndez Pidal, quien sentó a su derecha al presidente de la Academia de Medicina de Cataluña, doctor Augusto Pi i Suñer; el de la Academia de Jurisprudencia de Madrid, don Ángel Ossorio Gallardo; el del Ateneo de Madrid, doctor Gregorio Marañón; el del Ateneo Barcelonés, don Pedro Corominas; el literato don Américo Castro y el decano del Colegio de Abogados de Barcelona, don Raimundo de Abadal, y a su izquierda,  el filólogo catalán don Pompeyo Fabra; los catedráticos de la Central don José Ortega Gasset; de la Universidad de Barcelona, doctor Serra Hunter; de la de Granada, don Fernando de los Ríos; de la Central, don Pedro Saínz Rodríguez; de la de Barcelona, doctor Luis Nicolau de Olwer; el novelista don Ramón Pérez de Ayala, y el comediógrafo don Gregorio Martínez Sierra.
      Entre los asistentes figuraban los siguientes intelectuales castellanos: Álvaro de Albornoz, J. Alvarez del Vayo, Luis de Araquistáin, Manuel Azaña, César M. Arconada, Ricardo Baeza, J. A. Balbontín, José Bergamín, Tomás Borrás, Luis Bagaría, Antonio Ballesteros, Luis Bello, Enrique Díez Canedo, Juan Bautista Bravo, José Castillejo, Juan Chabás, Pascual Galindo, Enrique Fajardo «Fabián Vidal», E. Giménez Caballero, V. García Martí, Ramón Gómez de la Serna, R. Gutiérrez de Abascal «Juan de la Encina», Alberto Insúa, L. Jiménez de Asúa, Benjamín Jarnés, J. Jimeno Riera, R. Lasso de la Vega, Julio Just Gimeno, R. Ledesma Ramos, Félix Lorenzo, Lorenzo Luzuriaga, Antonio Marichalar, Agustín Millares, J. Moneva y Puyol, E. Montes, Manuel L. Ortega, Gustavo Pittaluga, J. M. Ruíz Manent, M. Rivera Pastor, Pedro Salinas, J. de Sangroniz, Claudio Sánchez de Albornoz, José Subirá, Luis de Tapia, Nicolás M. de Urgoiti, Ignacio Villalonga y Luis de Zulueta.
        La intelectualidad catalana estuvo representada por los siguientes   señores: Joaquín Abella, José Agell, doctor Aiguader, doctor Ayguader,   Manuel Ainaud, Julio Ainaud, doctor Alemany, José Almirall, Claudio   Ametlla, Enrique d’Angulo, Ángel de Apzainz, Emilio Ardévol, Antonio   Asias, Ignacio Armengol, Juan Artigas, Ricardo Barza, Carlos Badía,   doctor Balcells, Rafael Ballester, R. Ballesteros, Juan Banús, Federico   Barceló, Manuel Carrasco, doctor Bartrina, ,J. M. Bassols, Mariano   Bastos, Andrés Bausili, Alberto Bell, Manuel Carrasco, Carrasco   Formiguera, Jesús M. Bellido, , A. Bergés Massó, Alberto  Bernis,  Bertrán Güell, Bertrán Mussitu, J. M. Blanch, Jaime Bofill, Paco   Bofill, Pedro Bohigas, Antonio Bordas, José Bordas, Manuel Borras, P.   Bosch Gimpera, A. Buxaderes, Jaime Cabarrocas, José Cabré, Agustín   Calvet, Jesús Cambó, Sixto Cambra, Antonio Cambra, J. R. Campalans, F.   Camps Margarit, Canivell, José Carbonell, D. Carles, Manuel Carrasco,   Vicente Muntadas, Francisco Muntanya, J. M. de Nadal, Nicol, Ramón Noger   Comet, Pedro Nubiola, Abel Ochoa, Alfonso Olano, Víctor Oliva, Oller   Rabassa, F. Ordeig, Juan Ors, Jaime Otero, Tomás Pala, Antonio Palau,   Antonio Palau Dolcet, Antonio Par, Carlos Pascual, Pascual Fontcuberta,   J. Pellicer, Jaime Pérez, doctor Pesmorola, J. Permanyer, Ramón  Peypoch,  Jaime Peyri, Santiago Pi Sunyer, José Pla, Alejandro Plana, J.  M.  Planas, Sebastián Planas, Luis Plandiura, Juan Pons, José Porta,  Antonio  Pubill, José Puig y Cadafalch, L. Puig de la Bellacasa, J. M.  Puig  Gener, Alberto Puig Palau, doctor Puig y Sureda, F. Pujols,  Francisco  Pujols, E. Regasol Pedro Rahola, Agustín Ramoneda, Federico  Riber,  Javier Regús, Manuel Raventós, Carlos Riba, Ribera Pastor,  Ribera  Rovira, Felipe Rodés, doctor C. Rofes, Ramón Roig, Juliá Roses,  Manuel  Rovira, Jorge Rubió,  Eduardo Sagrera, Joaquín Sagrera,  Francisco Aldaz,  Maluenda, Manuel Saforcada, José M. de Sagarra, doctor  R. San Ricard,  Juan Santina, Luis Saye, Jaime Secis, J. Serra, José  Sena, Serra  Hunter, Serra Ráfols, Antonio Serrat, Francisco Senis, J.  Simón, José  Solá, Fernando Soldevila, Carlos Soldevila, Felipe Soler,  Enrique Soler y  Batlle, J. B. Solervicens, Braulio Solsona, Mateo de  Soto, José Subirá,  Santiago Subirana, José M. Tallada, Pedro Tarragó,  J. Tarré, Rafael  Tasie, doctor Tayá, Jaime Torelló, A. de la Torre,  doctor Torres, Víctor  de Torruella, José M. Trías de Bes, Ferrer  Eguizabal, Antonio Trías,  Juan de Dios Trías, Trías de Bes, A. Enric  Pujol, J. Trías Pujol, doctor  Trueta, Hermenegildo Turó, F. Tusquets,  Luis Ulloa, T. Uriach, Juan  Vallés y Pujals, F. Valls y Taberner, Valls  Taberner, F. Vallverdú,  Ventosa y Calvell, Vidal y Guardiola, J. Vidal  Tarragó, Vilaregut, Martí Vilanová, Amadeo Vives, José Xirau, J. M.  More, Joaquín Cabot, Miilet, Julio Carrera, Antonio Carreras, Julio  Carreras, Luis Carreras, Carreras Artau, Carreras Antau, José Casabó,  Enrique Casanovas, P. Casagrán, Ramón Casas, Cases Carbó, Juan Chabas,  Pablo Cirera, doctor J. Cirera, José Clará, Vicente Clavell, Luis G.  Clot, doctor Coll y Turban, doctor Corachán, Pompeyo Crehuet, Carlos  Crehuet, José M. Crivent, Melchor Colat, Juan Colom Juan Comes, Luis  Companys, R. Condes, Víctor Conill, José Cardona, Cayetano Cornet, Pedro  Corominas, Ramón Dalmases, Delfín Dalmau, Juliá Pevant, Señora Doménech  de Cañelles, José Domingo, Pedro Domingo, L. Dorea, Daríos Durá, L.  Duran y Ventosa, Felio Elias, José Escofet, Luis Espiell, F. Estapé,  Santiago Estapé, Estelrich, Mariano Auras, Pompeyo Fabra, Miguel Ferra,  F. Ferrando, Fernández Pellicer, Ángel Ferrer Cajigal, doctor Ferrer  Prat, R. Ferreter Gili, Jaime Fonolleda, Tomás Fornells, Cayetano  Freixas, J. F. Galiano, Alejandro Gallart, doctor Llorens García Tornel,  José Garí, Cirilo Gasoliba, Gay de Montellá, Mario Gifreda, Luis Gil,  Gustavo Gili, señorita Gili, Jiménez Bachich,Gobernador de Gerona, Grau,  M. Grans y Tornes, Grant y Sala, Antonio Griera, Antonio Gualba, barón  de Güell, Francisco Hernández, Amadeo Hurtado, Víctor Hurtado, Pedro  Inglada, L. Isern, E. Jardí, A. Jardí, Jimeno Riero, Francisco Juliá,  doctor Krechs Lana Serrate, Juan de Lasarte, José Llamesu, Luis Llimona,  Juan Llongueras, J. Lluhi, Rafael López de Haro, A. López Llausás,  Francisco Madrid, José Majo ,T. Maragall, Ricardo Margarit, Martín  Marín, Juan Marín, José Martínez Villar, Alfonso Maseras, Maspons  Anglasell, doctor Masriera, Luis Masriera, Gonzalo Massó, J. Massó  Soler, J. Massó Torrents, Luis Massot, Augusto Matons, Joaquín Mauri,  Millás Raurell, Antonio Mira, F. Mirabent, Julio Monroset, Joaquín  Montaner, María Luz Morales, A. Marchs Monteys, M. de Montoliu, Miilet,  José Nolla, Abadal, Luis Guarro, Lamote de Grignon y Tomás Garcés.
Las adhesiones
       A los postres el señor López Llausas, por la comisión organizadora, dio  lectura a las adhesiones recibidas, entre las que figuraban las  siguientes:
     De don Santiago Alba, Federació Catalana  d’Estudiants Católics, María Antonia Salva, J. Puig Pujades, Suriñach  Senties, Ernesto Martínez Ferrando, J. M. Boronat Requesens, Marcelino  Domingo, Maluquer y Vilador, José M. Capdevila, Juan Santamaría, Tomás  Roig y Llop, Joaquín Xirau, Alfredo Gallard, José Ayats, Carlos Rahola,  Ateneu de Girona, Alberto de Quintana de León, Gabriel Alomar, Galo  Sánchez, J. M. Bellido, Salvador Albert, José Carner. Guillermo Colom,  Jaime Termens, Octavio Saltor, Germanor Orfeons de Catalunya, J. M.  López Picó, Luis Capdevila, Enrique, Lluelles, José Pla (Societat de les  Nacions). R. Perpinyá Grau, F. Cambó, J. Taumandreu, Joaquín Pía, Ramón  M. Tenreiro y Santiago Rusiñol. En ésta, el venerable literato catalán  ofrecía su refugio de «Can Ferrat» a los intelectuales que fueron ayer  de excursión a Sitges.
Discursos. El del doctor Serra Hunter
      Después de la lectura de las anteriores adhesiones, algunas de las  cuales fueron recibidas con verdaderas ovaciones por parte de los  concurrentes al acto, usó de la palabra el catedrático doctor Serra  Hunter para ofrecer el banquete a los intelectuales castellanos, en  nombre de los catalanes.
     Lamentó que sus compañeros le hubieran  confiado la difícil misión de tener que pronunciar las palabras del  ofrecimiento en aquella fiesta del espíritu, y no la hubiera
aceptado  si aquélla hubiera representado cualquier sector político. No hará más  que exponer eu visión personal del problema, procurando reflejar la de  sus compañeros y teme no hacerlo en la forma que merecen los sabios  cultivadores de la lengua castellana que le escuchan.
      El problema de Cataluña es el de un pueblo que trabaja para superarse a sí mismo.
       Agradece el manifiesto que dirigieron al gobierno de la Dictadura los  intelectuales castellanos pidiendo respeto y expansión para la lengua  catalana, acto que ha sido el punto de partida del que se estaba  celebrando y se condolió de la ausencia de dos de sus firmantes, don  Adolfo Bonilla Sanmartín y don Eduardo Gómez de Baquero,  desgraciadamente fallecidos. La fiesta es de cordialidad para aquellos  que han sabido aceptar los postulados básicos de los ideales catalanes y  en favor de los cuales tanto hicieron dos figuras eminentes: don  Francisco Giner de los Ríos y don Marcelino Menéndez y Pelayo, que  concibieron la manera de conciliar el problema en forma amable para  todos. A este impulso humano y redentor respondió el manifiesto  memorable que entraña la muestra de la más viva cordialidad, por lo que  da lectura a uno de los párrafos de aquel histórico documento.
      —Todos sabéis—dijo-—cómo quiso corresponder Cataluña a ese movimiento  leal castellano y como aquel sentimiento de gratitud ha sido cada vez  más vivo, porque no habéis negado vuestra efusión a nada de lo que de  esta tierra viniera, como la exposición del Libro Catalán en Madrid.
       No hablaré del conflicto en que quedó a salvo la dignidad de una clase,  la universitaria, contra la situación que entendía que un anhelo  espiritual puede resolverse como una simple ecuación de orden público.  Se produjo entonces una corriente de simpatía y armonía para que  reingresaran en las Universidades aquellos que por un sentimiento de  dignidad habían tenido que abandonar sus cargos. Ese movimiento lo ha  hecho la misma juventud que en la prensa castellana ha dedicado páginas  enteras en favor de Cataluña, porque hay intereses en que no cabe más  que una actitud, porque todos los espíritus selectos coinciden en ella.  La guardia de honor de estos intereses la han constituido los  intelectuales, con los que entablaría diálogo, seguro de que no  existirán los resquemores de que tanto se ha hablado.
      Después  de razonar el principio de existencia de las lenguas, dijo que a pesar  de la protesta de los castellanos, ha habido una etapa en que la  comprensión ha sido totalmente desconocida, en que ha habido un absoluto  divorcio con las cuestiones culturales, como el caso del anterior  Ayuntamiento de Barcelona, que ha destruido vandálicamente cuantas  instituciones recibió de sus anteriores.
       Después de  interesantes consideraciones sobre el problema, dijo que alguien podrá  suponer quizá que el acto que se estaba celebrando no ha sido más que  una brillante decoración de amistad entre los pueblos y que no se ha  manifestado más que entre los intelectuales; pero el orador lee en los  rostros de los que escuchan la evidencia de que se está realizando un  acontecimiento de gran altura, porque señala una dulce amistad actual y  una sincera confraternidad en el futuro.
      Terminó diciendo:  «Intelectuales de lengua castellana: Levanto mi copa por la inteligencia  castellana, por vuestra cultura y porque todos sentimos el anhelo de  asociarnos, en este momento de nueva idealidad europea, en una unión  mejor».
El señor Giménez Caballero
        Después habló en nombre de la Juventud literaria madrileña el señor  Giménez Caballero, quien dijo que al solo hecho de haber sido el primer  joven madrileño que trabajó en la organización del acto que se estaba  celebrando, podía atribuir el honor de concedérsele el uso de la  palabra. En su primer viaje adivinó ya las angustias exquisitas de las  generaciones pasadas y presentes de esta tierra y aquí fue cordialmente  acogido por muchos, entre los que recuerda los nombres de Estelrich,  Garcés, «Gaziel», Gili, Nicolau y Ferrá, cuando llegó de Madrid sin otro  bagaje que una carta de presentación, vanagloriándose hoy de que  estrecha más manos amigas en Barcelona.
       Dijo que llegó a  imaginar la idea de publicar una revista en catalán en Madrid y llevar a  la corte a los catalanes más exclusivistas y traer a Barcelona, a los  madrileños más reacios; el primer artículo que en catalán le presentó Pi  y Suñer y la exposición de Libros Catalán, con la que los catalanes y  sus 6.000 volúmenes deshicieron la mirada inquisitorial de algunos,  hasta llegar al actual momento, en que se venden muchos libros catalanes  en Madrid.
      Barcelona ha dado una lección de alta cultura  recibiendo a los intelectuales castellanos en la forma que lo ha hecho y  haciéndoles admirar lo que Madrid no tiene: esa flor de la disciplina  que es el Orfeó Catalá.
      —Voy a terminar—dijo—con unas palabras  que, aunque parezcan una incitación, no son más que una muestra de la  cordialidad que os tengo y que pronunciaré en vuestra honrosa lengua:  Catalans, com el poblé que son fort, unid i unánim, vingueu a Espanya  per fer d’ella un poblé fort, unid i unánim com Catalunya».
El del doctor Saínz Rodríguez
      Después habló el doctor Saínz Rodríguez, quien dijo:
     —Sólo  al hecho, a la circunstancia de haber sido el redactor del manifiesto de  la lengua catalana y su primer firmante (los comensales, puestos en  pie, acogen estas palabras con un aplauso entusiástico), debo el honor  de tener que hablar ante los insignes maestros de la intelectualidad  española. Pero si bien fui yo el redactor, la iniciativa partió de dos  hombres, uno de ellos presente en este acto y el otro fatalmente  ausente.
      El primero es don Ángel Ossorio y Gallardo (de nuevo  los comensales aplauden, en pie, al aludido, que corresponde con  ademanes afectuosos), el segundo fue compañero de todos y maestro de  muchos: Don Eduardo Gómez de Baquero (se reproducen los aplausos).
      El manifiesto que en forma tan pródiga acabáis de pagar, fue redactado  en época en que no podíamos expresar claramente nuestro pensamiento y  por ello no recoge todo nuestro criterio sotare el problema catalán.
       Por esto os de decir que cuando hablamos de Cataluña no es solamente  por el respeto que nos merece la lengua catalana, sino con la firme  decisión de resolver vuestro problema catalán. Este no es más que un  problema de desconocimiento de Cataluña y del resto de España y nosotros  hemos de hacer mucho por la difusión de vuestra cultura.
      El hecho de la lengua catalana no puede asustar a nadie. El labriego castellano al
saber  el hecho biológico y histórico que la produce, comprenderé vuestra  razón, a lo que mucho ha de contribuir sin duda el propósito que ha sido  ya logrado: la traducción de cuatro de vuestros más interesantes  autores a nuestro idioma.
      ¡Qué gran lección de sensibilidad  ciudadana nos ha dado hoy Cataluña! No ha sido para recordar alguno de  los múltiples agravios que lleva recibidos, sino para acogernos con su  mejor espíritu fraternal. Es inútil que nos engañemos. Estamos  asistiendo al proceso de descomposición del Estado español, que se  inicia en la Asamblea de Parlamentarios y del cual es tan sólo un  episodio la extinta dictadura y en estos momentos Cataluña puede  servirnos de guía y de modelo en la reconstitución de nuestro país.
       No confundáis nunca el Estado español con la nación española (ovación).  Nosotros hemos oído vivas a España que no queremos, porque sabemos  impuestos por razones de gentil cortesía. No los queremos hasta tenerlos  conquistados con nuestra comprensión y nuestro probado afecto, y para  ello propongo a mis compañeros de viaje nos dirijamos al gobierno  pidiéndole la derogación de cuantas disposiciones afentan contra la  lengua y la fina sensibilidad catalanas.
      Terminó diciendo: «Las  bases de la España grande han de partir de dos negaciones: No queramos  asimilar a Cataluña, queramos estudiarla, a lo que Cataluña contestará  con un «No separatismo».
El del doctor Marañón
      El doctor Marañón pronunció a continuación el siguiente discurso: 
      Hay un instinto de conservación tan antiguo como la vida misma que defiende ia personalidad del hombre de la lucha cósmica.
      Y solamente en una etapa superior de la evolución humana este mismo adopta la
modalidad  histórica, gracias a la cual todo ser humano se siente engranado de  manera desinteresada y pura en el mecanismo universal y eterno de ia  Historia. Si meditamos sobre la España actual, surge en nosotros el  convencimiento de que nuestro retraso político es aebido a la ausencia  de esta modalidad histórica.
      Todos los pecados de España vienen  de esta sordera tenaz que empequeñeció e hizo definitivamente estéril  la actividad de casi todos nuestros hombres de Estado, dotados algunos  de ellos de grandes condiciones para la gobernación.
      He creído  siempre que esto que se llama problema de Cataluña es una de las  manifestaciones típicas de esta incapacidad de comprensión histórica.  Nosotros sí, ya lo sabéis, comprendemos y sentimos sin razonarlo, por  simple reacción de nuestra sensibilidad, vuestro problema, que es, de  rechazo, el de nosotros mismos. He aquí porque hemos sentido esta mañana  y después escuchando a vuestro Orfeó y ahora mismo, en esta hora de  fraternidad, una emoción llena de trascendencias y de responsabilidades  incalculables.
     Vosotros, que habéis sido acusados de moveros por  impulsos limitados y restrictivos, habéis demostrado que vuestro fervor  catalán está lleno de españolismo histórico y de patriotismo repleto de  universalidad y que vuestro idioma glorioso no es más que la médula  insustituible e indestructible de vuestra unión con España y con el  mundo.
      Hemos de alzar nuestra voz para decir; con nuestro  esfuerzo, unidos en la misma fe civil, queremos una España única y  diversa, federada y moderna. Yo os saludo en nombre de nuestro Ateneo,  que representa en Madrid algo de lo que vosotros representáis en España y  que ahora como vosotros disfruta de la libertad recobrada y del  propósito de no dejársela arrebatar jamás. Y os saludo además en nombre  de esta adhesión mía, íntima e inquebrantable a todo eso que es vuestro,  nacida en aquellos días inolvidables y lejanos en que recogí con  algunos de vosotros, en una casa humilde de la montaña catalana, el  último aliento del gran espíritu que se llamó Prat de la Riba.
 El de don Fernando de los Ríos
      Después don Fernando de los Ríos pronunció entre otros los siguientes párrafos:   
       Esta fiesta cordial a la que acudimos todos con emoción profunda y  compleja tiene un alto valor por el momento en que se celebra: aquel en  que termina una etapa política que todos queremos que sea la divisoria  entre las vertientes de la historia de España.
      Se celebra, además, cuando hay también la apetencia de que llegue a poblarse la
conciencia popular de los ideales que viven agazapados en los últimos rincones del alma nacional.
       Desde el 88 hay una continuidad perfecta en las apetencias del alma  catalana que ningún español debe ignorar. En su comienzo fueron  despertadas estas apetencias por un grupo aúlico de poetas, pero pronto  las aceptastéis para el sentido de Cataluña. En la segunda etapa, que se  inicia en 1907, con la inauguración del Institut d’Estudis Catalans por  Prat de la Riba, no hay acto político que no tuviese una finalidad  cultural ni acto cultural que no tuviera un objetivo político, y por  esto, quiérase o no ha de tener la idea catalana una gran dimensión de  politicidad.
      Desde hace milenios toda fiesta de comensalidad lo  ha sido también del espíritu, y por esto nosotros en ésta proclamamos  que queremos el respeto que se debe a lo peculiar y a lo distinto;  aunque sabemos que para el que debemos recorrer el camino político  actual es angosto.
      Estamos sometidos a la idea de homogeneidad,  nosotros que somos el pueblo de más variación. Hemos puesto a España  una vestidura jurídica y estrecha y realizado una centralización. Y con  esta centralización hemos eliminado de los Ayuntamientos y Diputaciones  la idea de la propia responsabilidad y a esta razón también obedecen  esos problemas que a vosotros os causan tanto dolor: a la armadura de  nuestro Estado, que es bizantino y césaropapista.
      Cuando visten  de luto las lenguas y los Fueros es que hay algo más hondo que está  siendo víctima de mancilla: la libertad civil y para luchar contra esto  hemos de pedir la ayuda de la juventud para que cuando se planteen  problemas de carácter general y de grandes dimensiones nos aporte su  colaboración.
      Para terminar deseo que pronto volvamos a  reunimos para festejar la epifanía civil de España que nos permita  celebrar con mayores libertades estos actos.
 El del señor Ossorio y Gallardo
 
      Después el señor Ossorio y Gallardo dijo:
      Antes de  que un espíritu acucioso o burlón lo señale, quiero apresurarme a hacer  la confesión de que me hallo muy satisfecho entre vosotros; pero  descentrado. No soy profesor, ni investigador, ni literato, ni erudito y  después de haber oído cosas que yo tan solo podría repetir torpemente,  sé que mi misión en esta cena es la de recoger las vibraciones del  sentimiento popular ante las verdades inalterables.
       El movimiento todo de este día no es tan sólo cerebral. Hay algo  en nosotros de alegría y expansión, y es que estamos festejando,  digámoslo claro, el triunfo de la inteligencia sobre la fuerza, que nos  advierte que en la lucha de la vida, por encima de los dogmas locales y  de la política, hay otras categorías: la Fe, la Cultura, el Derecho, la  Libertad, que son las que han triunfado siempre.
      ¿Qué queda de  las feroces crueldades  Nerón?; pero sí del espíritu de Séneca. ¿ de la  Inquisición?; pero si de las  de Galileo. Se ha extinguido la hoguera   calcinó a Servet; pero sus teorías han subsistido.
      El enorme poder de Napoleón y  ansias de unificación europea han desaparecido,
pero  existen aún su Código Civil y la Comedia Francesa. Tal es la enseñanza  que no debemos olvidar nunca, porque se dan en las calles algunos vivas  que en el concepto
de quienes los dan no quieren decir más que: ¡Vivan las cadenas!
       Entiendo que los castellanos que asistimos a esta fiesta tenemos una  misión, y es la de recoger la adhesión y el clamor de las calles  barcelonesas, que nos dicen que hay compatriotas nuestros que gimen en  las cárceles o sufren en el destierro por el enorme delito de haber  defendido lealmente su criterio, y recogiéndolo yo invito a mis  compañeros de viaje a dirigirnos al Gobierno para pedirle una amnistía  no regateada, sino tan amplia como lo exige la justicia.
      En  momentos de pena para vosotros los castellanos estuvimos a vuestro lado y  tengo la firme seguridad de que vosotros en caso contrario hubierais  hecho lo mismo, y para el caso de que el fenómeno se repitiera, y no es  inverosímil, hay que tener fe en el corazón.
       Si se repitiera,  catalanes, como los sardanistas de Maragall, os diríamos: «ja hi  tornarem» y entonces el espíritu abierto y franqueado, los ojos en los  ojos, podremos decir que «som un poblé que avança donantse les mans».
 El señor Ortega Gasset
 
      Don José Ortega y Gasset, dijo, entre otras cosas, las siguientes:
       Suele decirse que el gremio de los intelectuales cultiva la discordia.  Mala hora para este tópico cuando España vea mañana en qué abrazo tan  espontáneo se han unido hoy en Barcelona intelectuales catalanes y  castellanos.
     Fuera de ver lo que sería la Historia si el intelectual no hubiera lanzado en ella el
encantamiento  de la idea, del vocablo. La obra intelectual es de unidad, es de  palabra. De la palabra que nace trémula en los labios, para encontrar el  laberinto del oído y ojalá si allá, en el seno del corazón a que llega,  sabe encontrar un alma gemela.
      Se confunde el deber de soledad  que, para crear, se impone el intelectual y la labor de unión que surge  de aquel aislamiento.
     ¿En qué puede consistir el acuerdo que  entre nosotros ha florecido? En que hay una coincidencia que no excluye  la discrepancia, porque se da el lujo de incluirla, como abarca un  paisaje las mayores variedades, como en el horizonte aparecen unidos  cielo y mar y como el torso de la tierra aguanta esa anécdota gigantesca  de las montañas.
      Conviene que se sepa que hay un grupo de  españoles que entiende que nuestra vida pública ha de sufrir una  variación, si bien no quiere disputar sobré los medios de esa reforma.
       Es milagroso que el país subsista todavía porque el poder público ha  hecho lo posible para eliminar cuanto era enérgico y fomentar lo  fantástico. En estos últimos cincuenta años se ha llevado a la práctica  el famoso arte de prescindir: primero, del impulso catalán a base de que  era áspero, ¡como si hubiera alguno que no lo fuera! Y no puede decirse  que de ello hayan tenido la culpa los intelectuales precisamente.
       Si saltando la máxima extensión que separa a Castilla de Cataluña y  aprovechando todas las fuerzas que en España existen, se arreglara este  problema habría de reconocer, aun aquel que fuera más contrario a  nuestro gremio, que no había sido tan vana sobre el planeta la  existencia de las letras catalanas y de las españolas.
El señor Menéndez Pidal
 
      Después el señor Menéndez y Pidal dijo que el mismo día  conmemoraba la docta  corporación que él preside un acto de catalanidad:  el ingreso del insigne profesor Rubió  y Lluch. Sintiéndolo mucho ha  dejado de asistir a ese acto, advirtiendo la enorme trascendencia del  que aquí se celebra.
      Vosotros—dice—os mostráis agradecidos por un simple acto de cordialidad, porque es raro que pensemos al unísono.
       Recuerda la influencia que para su concepto de Cataluña tuvo su maestro  Milá y Fontanals, que estudió, no solamente la aristocracia literaria,  sino también el fondo popular de nuestra literatura.
      Cree básicas para la comprensión futura las ideas de inteligencia y libertad, en la
que  conviva la substantividad de cada uno. Sin violencias ni opresiones.  Vivimos ideológicamente en común con las preocupaciones de la postguerra  y tenemos las dos aspiraciones de la hora presente: inteligencia y  libertad.
      El problema capital consiste en saber aprovechar cada una de las energías nacionales en el común ideal.
 El doctor Pí y Suñer
     Cerró los discursos el doctor Pi Suñer, para agradecer a los intelectuales castellanos haber asistido al homenaje dado en su honor por los catalanes.
      Dijo:
      Nos reunimos esta noche en un acto cordial para testimoniar la gratitud de Cataluña, al espíritu castellano que en tiempos difíciles salió en defensa de la lengua catalana, respetando él hecho histórico y el Derecho.
      Nos encontramos reunidos aquí los hombres de más dispares tendencias, pero coincidiendo en lo que es condición primaria de la vida humana: la libertad y la dignidad.
      La libertad es necesaria como el aire al cuerpo; nunca se siente hambre de aire, pero si falta pronto se notan los síntomas de la fatal asfixia. Cuando se goza de libertad no se nota el bien; es cuando se pierde que se echa en falta.
      La renovada tendencia liberal es el normal resultado de la vida pasada en que hemos sabido de todos los oprobios a nuestra lengua y si España ha de conseguir prestigio no será por la fuerza, que no tiene, sino por su sinceridad y seriedad políticas. 
       Vosotros visteis cómo era arbitraria la opresión a nuestra lengua, porque tenéis clara visión y el corazón generoso y no pensasteis jamás que, para mayor honor de la
lengua castellana, hubiera de ser impuesta a los otros por medios coloniales. Somos cinco millones de hombres que hablamos nuestra lengua, que la amamos por la misma ley biológica por la que amamos a nuestra madre y el campanario de nuestro pueblo y que la queremos por su fuerza histórica.
      Hoy vibramos de entusiasmo por la común generosidad, por el respeto al ideal y a la dignidad humana y colectiva, como lo prueba la mutua comprensión y la repulsa de todos los presentes a la arbitrariedad e injusticia.
      Pero hoy que se inicia el retorno a la Justicia y a la Libertad falta todavía una reparación a Cataluña. La fina sensibilidad de Ossorio y Gallardo lo ha recogido ya. Hace poco dióse una amnistía; ¡bendita sea la amnistía, la generosidad!, pero hay todavía compatriotas nuestros en las cárceles y en el destierro porque aquella amnistía no abarca a todos. No será tal si vosotros no hacéis que tampoco sea una excepción Cataluña en ella.
     Oíd a nuestras mujeres en plebiscito unánime; oíd el clamor que surge de todos los lugares de esta tierra que no podrá considerar normal una situación que no trata por igual a todos y cuando recibamos la reparación, mano con mano, iremos a la realización del ideal de todos.
      Tenemos fe en la fuerza que forma el individuo y la sociedad; que forja y deshace
naciones. El espíritu es creador e imperecedero. Tenemos amplia visión de la vida y de las colectividades que aprenden de la vida misma y esto es lo que nos reúne alrededor de esta mesa, como en la cena apostólica.
      Nuestro lema es libertad y ley, que no pueda conculcar aquello que es indispensable para la existencia civil.
      Un conmovido recuerdo para vuestros muertos y los nuestros: Adolfo Bonilla Sanmartín, Eduardo Gómez de Baquero y Enrique de Mesa y para los pobres muertos anónimos.
      Y ahora el gesto ritual de levantar mi copa por la grandeza y honor de Castilla, Galicia, Vasconia, Andalucía y Cataluña. Por la nueva España en una sociedad justa y digna.
     Seguidamente se dio por terminado el acto, durante el cual los oradores habían sido premiados en varios de sus elocuentes párrafos y especialmente al terminar sus respectivas oraciones con aplausos calurosos y continuados.
      Los altavoces que habían sido instalados no pudieron funcionar; pero no fueron precisos debido al religioso silencio y ferviente atención con que todos los comensales escucharon los parlamentos de todos los insignes oradores.
      A la hora de los discursos llegaron a la cena distinguidas damas de la alta sociedad barcelonesa que los escucharon ocupando palcos del salón donde se celebraba la fiesta.
Pidiendo la amnistía
      Al terminar la fiesta los intelectuales castellanos dirigieron al Gobierno el siguiente telegrama, que firmaron todos ellos:
     «Presidente Consejo ministros. Elementos culturales castellanos todas tendencias, después celebrar inolvidable acto confraternidad con catalanes, rogamos vivo empeño estimándolo justicia, amplíese amnistía presos desterrados por actos servicios ideales revisión proceso Garraf, derogación disposiciones dictadura deprimen agravian Cataluña».
La Vanguardia, 25 marzo 1930, págs. 8,9 y10
Transcripción del artículo reproducido en el Romancero de la Cuesta del Zarzal:
4. APORTACIONES AL ARCHIVO DE COLECCIONES AJENAS. EL ROMANCERO CATALÁN, 1930-1933.


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