NOTAS DEL DÍA
Intelectuales castellanos y catalanes. Actos de confraternidad
Cariñosísimo recibimiento
Para esperar el segundo expreso de Madrid, en el cual debía llegar a Barcelona el último grupo de intelectuales castellanos, se congregó en el apeadero de Gracia un gran gentío, al frente del cual figuraban conocidas personalidades catalanas, destacadas en las ciencias, las letras y las artes. Púbiico, en general, formado por elementos pertenecientes a las profesiones liberales, pero en el que la masa popular estaba también numerosamente representada.
Una parte considerable de la gente que esperaba bajó a los andenes del apeadero, apostándose el resto frente a la salida de la estación, en la calle de Claris. Ni que decir tiene que en lugar preferente del andén se hallaban todos los firmantes de la invitación dirigida a los intelectuales castellanos, sin otras ausencias que las que la imposibilidad material impuso. Además se hallaban presentes representaciones del Ateneo Barcelonés, «Fundació Bernat Metge», Ateneo Enciclopédico Popular, Reales Academias, Círculo Artístico, Casa de Castilla y otras muchas entidades. También acudieron al apeadero algunos de los intelectuales llegados a Barcelona la noche anterior o en el primer expreso, que eran los señores «Juan de la Encina», Luzuriaga, Giménez Caballero, Castillejo, Sánchez Albornoz, Pedro Salinas, Américo Castro, Araquistain, Álvarez del Vayo, García Martí, Eugenio Montes, Bagaría, Álvaro de Albornoz, Benjamín Jarnés, Tomás Borrás, Félix Lorenzo, Diez Cañedo, Azaña, Lasso de la Vega, Ledesma, Zubiria, Insúa, Millares, Ruíz Manent, Baeza, Fernando de los Ríos y Ortega y Gasset, estos dos últimos llegados el día anterior de Granada y París, respectivamente.
Al entrar en agujas el tren que conducía a los ilustres viajeros estalló una gran ovación, que se prolongó hasta que los expedicionarios bajaron de los coches que ocupaban.
Los llegados eran los señores Menéndez Pidal, doctor Marañón, Ossorio y Gallardo, «Fabián Vidal», Pérez de Ayala, Urgoiti, Sangroniz, Pittaluga, Zulueta, Jiménez Asúa, Tapia, Rivera Pastor, Marichalar, Bergamín, Ballesteros, Bravo, Martínez Sierra y Bello.
Los aplausos se volvieron a repetir, con entusiastas vivas, aumentando aún el entusiasmo al salir nuestros ilustres huéspedes a la calle de Claris en donde la muchedumbre les rodeó, vitoreándoles.
Visiblemente emocionados respondían a la afectuosísima acogida y muestras de simpatía con cariñosos saludos y frases de agradecimiento.
En distintos coches preparados al efecto se fueron acomodando. Mas, ante las insistencias de la multitud, el doctor Marañón decidió ir a pie hasta el hotel Rítz, acompañado por gran número de personas, que no cesaron de aplaudirle y vitorearle.
El público, cada vez más numeroso, se estacionó ante el Ritz, esperando oír la palabra de los intelectuales castellanos. Al poco aparecieron en el balcón principal los ilustres visitantes, a los que la muchedumbre acogió con grandes ovaciones.
Entonces los señores Ossorio y Gallardo y Marañón, a requerimientos del público, se vieron obligados a hablar brevemente desde el balcón para agradecer la cariñosa acogida, saludaron a Cataluña en nombre de Castilla y «aceptan el homenaje del pueblo de Barcelona como una prueba de su sincero amor a la cultura y la ciudadanía.»
Una vez satisfechos los anhelos populares, la manifestación, que había interrumpido la circulación de tranvías y autos por la Gran Vía, se disolvió, no sin antes renovar los aplausos como despedida.
En la plaza de San Jaime
Desde antes de las doce comenzaron a estacionarse nutridos grupos en la Plaza de San Jaime. El público se situaba frente a las Casas Consistoriales aguardando con impaciencia la llogada de los intelectuales.
Ante la avalancha de gente que se congregaba allí los guardias de seguridad de a caballo comenzaron a evolucionar para despejar la entrada al Ayuntamiento.
Esto originó algún revuelo y no pocas protestas. Una comisión de manifestantes pasó a entrevistarse con el alcalde, dándole cuenta de la actitud de la policía.
El alcalde, acompañado del jefe de la guardia urbana, señor Ribé, bajó entonces a la plaza y rogó al jefe que mandaba la fuerza pública que permitiera la estancia del público frente al Palacio municipal, como así se hizo.
La gestión del conde de Güell fue acogida por el público con una calurosa ovación.
En el Ayuntamiento
A las doce y media llegaron los intelectuales castellanos al Ayuntamiento, para asistir al «lunch» organizado en su honor por el alcalde en nombre de la ciudad.
Fueron recibidos por el conde de Güell, el señor Martínez Domingo y casi todos los concejales y altos empleados de la casa.
Después de las salutaciones de rigor, los intelectuales castellanos, divididos en grupos y acompañados del alcalde, concejales e intelectuales catalanes, visitaron las principales dependencias, pasando luego al Salón de Ciento, donde habían sido colocadas las mesas para el «lunch».
El histórico salón, significado de la intelectualidad catalana, se llenó de invitados y señoras.
Los ilustres huéspedes castellanos al hacer su entrada en el Salón de Ciento fueron recibidos con el mismo entusiasmo con que había sido subrayado su paso por la Plaza de San Jaime al entrar en el Palacio municipal.
Hecho el silencio, el alcalde, conde de Güell rodeado de intelectuales castellanos y catalanes, pronunció el siguiente discurso:
«Señores: Honrado por Su Majestad el Rey con el cargo de alcalde de esta ciudad, que significa representación del pueblo barcelonés, constituye el más elemental de los deberes en el desempeño de este puesto, el hacerme eco de los estados de opinión de éste; deber fácil de cumplir cuando concuerda con lo que a uno el corazón le dicta.
Señores: Yo sería indigno de poner mi nombre, cual lo hago todos los días, bajo un epígrafe que dice: «El alcalde de Barcelona», si en esta ocasión no hubiera solicitado yo mismo que se me asignara el primer lugar en este homenaje, testimonio de agradecimiento que Cataluña entera, pues se han adherido a mí Gerona, Lérida y Tarragona, que Cataluña entera rinde a los ilustres representantes de la intelectualidad de toda España, en testimonio de gratitud, porque ellos en un momento difícil para Cataluña tuvieron un gesto de hidalguía ideológica amparando la cultura y la lengua de Cataluña, y defendiendo, por tanto, el derecho a la vida del alma catalana.
Permitidme que en esta ocasión os haga algunas consideraciones sobre el acto que realizamos.
Después de presentaros a vosotros el testimonio de Cataluña agradecida, quiero deciros delante de los catalanes aquí reunidos, que a mí vuestro gesto no me ha sorprendido. No me ha sorprendido porque sois intelectuales y porque sois españoles. La intelectualidad no ha revestido nunca en ninguna raza forma más elevada que la de la comprensión, la transigencia y la admiración al saber ajeno. Pero yo quiero recordaros, además, que, porque sois españoles, es gloriosa vuestra ascendencia en la intelectualidad castellana. Yo quiero recordaros en esta ocasión que en el mil quinientos, cuando las espadas españolas conquistaban un Nuevo Mundo y unían tierras en las que no se ponía el sol, vuestros ascendientes, los intelectuales de aquel siglo, que se llamaban Las
Casas Sahagún, Molina, Orozco, Olmos y Carochi, eran los autores y ellos mismos quienes editaban los diccionarios, gramáticas y obras literarias de recopilaciones aztecas, y quienes formaban, a expensas del erario público y de los magnates y los Reyes de Castilla, lo que constituye los tesoros reunidos en las estanterías de El Escorial, y son todavía, para admiración del mundo en relación con aquellas regiones y aquella cultura, lo que el centro tan criticado de los Estudis Catalans de nuestra lengua y nuestra cultura, que habéis defendido.
Comprenderéis que si eso era, como os he dicho, tratándose de las Indias occidentales, por fechas del mil quinientos, y en países conquistados por las armas, no me podía a mi sorprender vuestro gesto en el siglo veinte, ante la lengua y la cultura de un pueblo nunca por nadie conquistado, que se unió libremente a Castilla por pactos forales de respeto a mutuas libertades; pactos escritos, suscritos, sellados y jurados por sus Reyes.
Y aunque no deseo hacer un estudio de erudición, no quiero tampoco pasar del dieciséis a esta fecha de hoy, como con el silencio de una tumba del saber en España; porque hubo otros muchos, y no puedo menos que citar a aquellos dos hombres insignes, maestro y discípulo que juntos admiraron las culturas que ambos representaban y que se llamaron Mila y Fontanals y Menéndez Pelayo, y aquel ilustre Jovellanos que, ante este mismo problema español y dentro de su idea del Estado unitario, dio como solución la tan halagadora para Cataluña de que se trasladara la capitalidad de España a Barcelona.
Y ahora os diré por qué razón sin contar vuestro número ha dado Cataluña tanto valor a vuestro gesto como si fuera un R. D. Esto es porque representáis la intelectualidad de España, y todos sabemos que la intelectualidad en todos los países es su vanguardia, porque mientras no se cambie la ley que rige la evolución en el progreso del mundo, lo que los intelectuales sentís, pensáis, decís, queréis y hacéis, es lo que algún tiempo después han de pensar, decir, querer y hacer todos ios demás, aun los que os critiquen, y todos sabemos que en la Historia de los pueblos no se cuentan los minutos.
Señores: En esta mañana feliz, bajo estas piedras vetustas y estos arcos medievales que han vivido todos los episodios al través
de la historia de la unión de estos dos pueblos, yo os digo a los representantes de intelectualidad de toda España, que Cataluña os queda agradecida, y os digo a vosotros, los catalanes que me oís, que no olvidéis que la intransigencia, las imposiciones y el imperialismo miniaturizado, no son sino plantas da la decadencia española; que la verdadera España es la que antes os recordé y la que hoy representan estos amigos de Cataluña que nos visitan, y por eso yo, que por mi sentir y por mi nombre soy tan catalán como el que más lo sea, que tanto quiero a España, os pido que admiréis y améis a España.» (Grandes aplausos.)
A continuación habló en nombre de los intelectuales castellanos el señor Américo Castro, quien, en brillantes y elocuentes palabras, que a menudo fueron interrumpidas por los calurosos aplausos del público, comenzó expresando la elevada significación del acto que celebraban.
Estimo que los intelectuales castellanos han venido a Cataluña para entablar el diálogo de las letras después de acabar el monólogo de las armas.
Nuestra presencia aquí—añade—no tiene un alcance verdaderamente político, aun cuando haya aquí algunos políticos. La Razón y la Justicia flotan siempre sobre los agobios que ocasionalmente puedan oprimirnos.
A aquel espontáneo gesto requerido por la mentalidad, por la corrección y por la sensibilidad respondéis hoy vosotros en forma tal que en verdad sentimos hondamente comprometida nuestra responsabilidad y nuestros afectos para durante mucho tiempo.
El alcalde de Barcelona acaba de hablar de comprensión, de inteligencia, de respeto mutuo, y yo creo que todos nosotros ¿qué otra cosa podemos hacer sino suscribir esas razones? Se trata no sólo de que nos comprendamos, sino de que convivamos. Convivir es sentir que la curva de nuestros intereses se prolonga fuera de nuestro ámbito. Hay que convivir; hay que sentir el mutuo respeto.
En tanto que el resto de España no emprenda el hecho catalán, España estará sometida a todas las desdichas. (Gran ovación que dura largo rato.)
Es preciso que de una vez para siempre las gentes no se austen ni se extrañen de que en la Península, de que aquí se hable una lengua además de la oficial. Es preciso comprender ese hecho con todas sus consecuencias; no asustarse de la realidad.
Vosotros sois uno de los manifiestos hechos vivos en la vida española.
Es preciso que nos miremos francamente y que nos digamos con el corazón en la mano lo que debemos hacer e ir siempre juntos.
Quien viene de día de Madrid a Barcelona se explica sin más dudas lo que acontece en este caso. Viniendo ayer de Madrid los comentarios de las gentes curiosas que viajan eran éstos: ¡Parece Asia Menor! ¡Los Balcanes! ¡A veces el Tibet!
Nos aparta el desierto geográfico entre Cataluña y Madrid. El único gran oasis es la ciudad de Zaragoza.
Es preciso que ese desierto se colme de ricos oasis espirituales. Que no estemos divididos por esos compartimentos estancos, por esas soluciones de continuidad.
Para evitar todo esto la cultura es un lazo a propósito.
Es necesario que aquí se explique en catalán, porque yo prefiero que se haga así que no con la falsa comodidad de una iengua común.
Diré que en Madrid no se concede el lugar que merecen a las culturas peninsulares, y es indispensable que lleguen allí, sobre todo la cultura catalana. Esta cultura catalana hay que llevarla a Madrid. (Grandes aplausos.)
Es indispensable que haya más libertad para que toda España se dé el régimen que democrática y culturalmente crea que debe imponer.
Yo deseo, señores, -termina diciendo el señor Américo Castro- que este día memorable deje un eco en todas nuestras almas, y sobre todo, que este día deje en nosotros un estimulo de responsabilidad y saber que nuestros deberes, desde mañana van a ser mucho más severos y más rigurosos.
Las últimas palabras del orador son ahogadas con una ovación entusiasta y calurosa que dura varios minutos.
Terminados los discursos los ilustres huéspedes fueron obsequiados con pastas y vinos.
Al pasar al antedespacho de la Alcaldía, el conde de Güell acompañado del señor Ossorio y Gallardo y de otros intelectuales, se asomaron al balcón, saludando al gentío que se hallaba estacionado frente a las Casas Consistoriales.
El público acogió con grandes ovaciones al señor Ossorio, obligándole a pronunciar breves palabras.
Hace pocos momentos—dijo el señor Ossorio y Gallardo—en ocasión análoga, he tenido oportunidad de expresar la gratitud de todos mis compañeros hacia lo que juzgaba una manifestación de cultura y de libertad.
Ahora, después de oír unas palabras imborrables por lo elevadas y por lo efusivas del ilustre alcalde de Barcelona, no tengo ni otro deber, ni otra fuerza, ni otro sentimiento que los precisos para testimoniar en nombre y representación de todos mis amigos castellanos, y no quiero equivocarme al decir que de toda Castilla, una palabra de reverencia, de amor y de entusiasmo para esta Cataluña inmortal y gloriosa.
El público ovaciona delirantemente al señor Ossorio, reclamando también la presencia del doctor Marañón, pero éste se ha ausentado ya.
En cambio, se asoma el señor Álvaro Albornoz, quien pronuncia breves palabras de salutación que tambiéu se acogen con grandes aplausos.
A la una y media de la tarde, y después de efusivas pruebas de manifiesta cordialidad catalano-castellana, los intelectuales castellanos se retiraron del Ayuntamiento, siendo despedidos por el alcalde y concejales.
Al salir el doctor Marañón, ocupando el automóvil de la Alcaldía, que el conde de Güell había puesto galantemente a, su disposición y a la de sus compañeros, el público que continuaba estacionado en la plaza del Ayuntamiento le acogió y despidió con vivas y aplausos.
En la plaza de Cataluña. Una manifestación
Otro grupo de manifestantes que acompañó a los intelectuales que se hospedan en el Colón, se estacionó frente al edificio, en la Plaza de Cataluña, aplaudiendo insistentemente hasta que a los balcones centrales salieron los ilustres huéspedes para saludar al público.
El doctor Sáinz Rodríguez pronunció unas palabras de salutación, terminando con un viva a la libertad que fue contestado con fervor por los elementos populares que a poco se retiraron, dirigiéndose a la Plaza de San Jaime formando un compacto grupo.
A su paso por las Ramblas los manifestantes dieron muchos gritos de «Viva la libertad» y «Queremos la amnistía».
La manifestación engrosó considerablemente y en vista de sus continuos gritos y aplausos los guardias de seguridad que se hallaban en la Rambla de los Estudios desenvainaron los sables simulando una carga. La manifestación llego sin nuevos incidentes a la Plaza de San Jaime.
El bello rasgo de un chofer
Durante los momentos que siguieron a la llegada de los intelectuales castellanos, se registró un curioso y bello rasgo que al ser conocido del público fue muy elogiado.
El señor Ossorio y Gallardo para librarse de la verdadera ola humana que lo arrolló a su salida del apeadero, tomó un taxis, en compañía de su íntimo amigo don José María de Nadal, para dirigirse al Ritz. Y una vez llegados al citado establecimiento el señor Nadal se adelantó a pagar el importe de la carrera, pero el chofer rechazando con amable gesto el dinero que se le daba, lo rehusó, diciendo:
«Per tractarse d’aquesta diada i del senyor Ossorio, no vull cobrar res.»
Los señores Nadal y Ossorio agradecieron mucho este desprendimiento del conductor del taxis, insistiendo en que, sin embargo, les cobrara, pero aquél se negó resueltamente, diciendo que se consideraba bien pagado pudiendo contribuir de este modo al homenaje a los escritores castellanos y a los actos de confraternidad que se iban a celebrar.
Almuerzo íntimo a «El Sol» y «La Voz»
Invitados por el diputado provincial y culto editor barcelonés don Gustavo Gili, el domingo se reunieron a almorzar «A Can Soler»,
la típica taberna de la Barceloneta, el ilustre fundador de los grandes periódicos madrileños «El Sol y «La Voz», don Nicolás María Urgoiti, los directores de ellos, don Félix Lorenzo y don Enrique Fajardo (nuestro querido «Fabián Vidal»), y numerosos redactores y colaboradores. Figuraban entre ellos los señores Baeza, Bagaria, Bello, Castro, Díez-Canedo, «Gaziel», Giménez Caballero, Gómez de la Serna, Luzuriaga, de los Ríos y Zulueta. También se sentaron a la
mesa el ex ministro don Ángel Ossorio y Gallardo y el maestro de la lengua catalana don Pompeyo Fabra.
El almuerzo transcurrió entre la más cordial camaradería, y nuestros huéspedes castellanos quedaron encantados de las breves horas pasadas en uno de los barrios más característicos de Barcelona. Luego se trasladaron a la Exposición y la recorrieron durante el tiempo que tenían disponible hasta la hora del concierto de homenaje, dado por el «Orfeó Catalá».
El concierto del «Orfeó Cátala»
A las cinco de la tarde tuvo efecto el concierto que el «Orfeó Cátala» dio en el Palacio Nacional en honor de los intelectuales castellanos. La amplísima sala de fiestas estaba totalmente ocupada de un público fervoroso y entusiasta.
En las alrededores del Palacio se estacionó una gran multitud que religiosamente escuchaba el concierto que retransmitían los potentes altavoces colocados en la fachada del edificio.
A las cinco y media hicieron su aparición en el palco central, situado debajo del monumental órgano, los intelectuales castellanos, acompañados del alcalde, conde de Güell, y de buen número de intelectuales catalanes. Una formidable ovación saludó a los ilustres huéspedes, quienes emocionadísimos saludaban al público, correspondiendo a tan cariñosa acogida. El momento fue verdaderamente emocionante. Millares de pañuelos se agitaban al aire saludando a los intelectuales de Castilla.
Al presentarse en el estrado el «Orfeón, las ovaciones se repitieron. La «senyera», como en el domingo anterior, recibió el entusiasta homenaje del pueblo barcelonés congregado en la amplia sala del Palacio Nacional.
El concierto se desarrolló según el programa anunciado. A la terminación de cada canción, las ovaciones se repetían con el mismo entusiasmo. El «Cant de la senyera» fue escuchado de pie y entre clamorosos aplausos.
A la terminación del concierto, los intelectuales castellanos fueron despedidos con grandes aplausos, que se repitieron a la salida del Palacio Nacional.
Los ilustres huéspedes tributaron muchos elogios al «Orfeó», mostrándose encantados del interesante repertorio que ejecutó.
El banquete del Ritz. Los que asistieron
Por la noche tuvo efecto en el salón de fiestas del hotel Ritz el banquete denominado de la intelectualidad A él asistieron 516 comensales, entre los que figuraban los más altos valores de las Letras y Ciencias españolas.
Presidió la fiesta el presidente de la Real Academia de la Lengua Española, don Ramón Menéndez Pidal, quien sentó a su derecha al presidente de la Academia de Medicina de Cataluña, doctor Augusto Pi i Suñer; el de la Academia de Jurisprudencia de Madrid, don Ángel Ossorio Gallardo; el del Ateneo de Madrid, doctor Gregorio Marañón; el del Ateneo Barcelonés, don Pedro Corominas; el literato don Américo Castro y el decano del Colegio de Abogados de Barcelona, don Raimundo de Abadal, y a su izquierda, el filólogo catalán don Pompeyo Fabra; los catedráticos de la Central don José Ortega Gasset; de la Universidad de Barcelona, doctor Serra Hunter; de la de Granada, don Fernando de los Ríos; de la Central, don Pedro Saínz Rodríguez; de la de Barcelona, doctor Luis Nicolau de Olwer; el novelista don Ramón Pérez de Ayala, y el comediógrafo don Gregorio Martínez Sierra.
Entre los asistentes figuraban los siguientes intelectuales castellanos: Álvaro de Albornoz, J. Alvarez del Vayo, Luis de Araquistáin, Manuel Azaña, César M. Arconada, Ricardo Baeza, J. A. Balbontín, José Bergamín, Tomás Borrás, Luis Bagaría, Antonio Ballesteros, Luis Bello, Enrique Díez Canedo, Juan Bautista Bravo, José Castillejo, Juan Chabás, Pascual Galindo, Enrique Fajardo «Fabián Vidal», E. Giménez Caballero, V. García Martí, Ramón Gómez de la Serna, R. Gutiérrez de Abascal «Juan de la Encina», Alberto Insúa, L. Jiménez de Asúa, Benjamín Jarnés, J. Jimeno Riera, R. Lasso de la Vega, Julio Just Gimeno, R. Ledesma Ramos, Félix Lorenzo, Lorenzo Luzuriaga, Antonio Marichalar, Agustín Millares, J. Moneva y Puyol, E. Montes, Manuel L. Ortega, Gustavo Pittaluga, J. M. Ruíz Manent, M. Rivera Pastor, Pedro Salinas, J. de Sangroniz, Claudio Sánchez de Albornoz, José Subirá, Luis de Tapia, Nicolás M. de Urgoiti, Ignacio Villalonga y Luis de Zulueta.
La intelectualidad catalana estuvo representada por los siguientes señores: Joaquín Abella, José Agell, doctor Aiguader, doctor Ayguader, Manuel Ainaud, Julio Ainaud, doctor Alemany, José Almirall, Claudio Ametlla, Enrique d’Angulo, Ángel de Apzainz, Emilio Ardévol, Antonio Asias, Ignacio Armengol, Juan Artigas, Ricardo Barza, Carlos Badía, doctor Balcells, Rafael Ballester, R. Ballesteros, Juan Banús, Federico Barceló, Manuel Carrasco, doctor Bartrina, ,J. M. Bassols, Mariano Bastos, Andrés Bausili, Alberto Bell, Manuel Carrasco, Carrasco Formiguera, Jesús M. Bellido, , A. Bergés Massó, Alberto Bernis, Bertrán Güell, Bertrán Mussitu, J. M. Blanch, Jaime Bofill, Paco Bofill, Pedro Bohigas, Antonio Bordas, José Bordas, Manuel Borras, P. Bosch Gimpera, A. Buxaderes, Jaime Cabarrocas, José Cabré, Agustín Calvet, Jesús Cambó, Sixto Cambra, Antonio Cambra, J. R. Campalans, F. Camps Margarit, Canivell, José Carbonell, D. Carles, Manuel Carrasco, Vicente Muntadas, Francisco Muntanya, J. M. de Nadal, Nicol, Ramón Noger Comet, Pedro Nubiola, Abel Ochoa, Alfonso Olano, Víctor Oliva, Oller Rabassa, F. Ordeig, Juan Ors, Jaime Otero, Tomás Pala, Antonio Palau, Antonio Palau Dolcet, Antonio Par, Carlos Pascual, Pascual Fontcuberta, J. Pellicer, Jaime Pérez, doctor Pesmorola, J. Permanyer, Ramón Peypoch, Jaime Peyri, Santiago Pi Sunyer, José Pla, Alejandro Plana, J. M. Planas, Sebastián Planas, Luis Plandiura, Juan Pons, José Porta, Antonio Pubill, José Puig y Cadafalch, L. Puig de la Bellacasa, J. M. Puig Gener, Alberto Puig Palau, doctor Puig y Sureda, F. Pujols, Francisco Pujols, E. Regasol Pedro Rahola, Agustín Ramoneda, Federico Riber, Javier Regús, Manuel Raventós, Carlos Riba, Ribera Pastor, Ribera Rovira, Felipe Rodés, doctor C. Rofes, Ramón Roig, Juliá Roses, Manuel Rovira, Jorge Rubió, Eduardo Sagrera, Joaquín Sagrera, Francisco Aldaz, Maluenda, Manuel Saforcada, José M. de Sagarra, doctor R. San Ricard, Juan Santina, Luis Saye, Jaime Secis, J. Serra, José Sena, Serra Hunter, Serra Ráfols, Antonio Serrat, Francisco Senis, J. Simón, José Solá, Fernando Soldevila, Carlos Soldevila, Felipe Soler, Enrique Soler y Batlle, J. B. Solervicens, Braulio Solsona, Mateo de Soto, José Subirá, Santiago Subirana, José M. Tallada, Pedro Tarragó, J. Tarré, Rafael Tasie, doctor Tayá, Jaime Torelló, A. de la Torre, doctor Torres, Víctor de Torruella, José M. Trías de Bes, Ferrer Eguizabal, Antonio Trías, Juan de Dios Trías, Trías de Bes, A. Enric Pujol, J. Trías Pujol, doctor Trueta, Hermenegildo Turó, F. Tusquets, Luis Ulloa, T. Uriach, Juan Vallés y Pujals, F. Valls y Taberner, Valls Taberner, F. Vallverdú, Ventosa y Calvell, Vidal y Guardiola, J. Vidal Tarragó, Vilaregut, Martí Vilanová, Amadeo Vives, José Xirau, J. M. More, Joaquín Cabot, Miilet, Julio Carrera, Antonio Carreras, Julio Carreras, Luis Carreras, Carreras Artau, Carreras Antau, José Casabó, Enrique Casanovas, P. Casagrán, Ramón Casas, Cases Carbó, Juan Chabas, Pablo Cirera, doctor J. Cirera, José Clará, Vicente Clavell, Luis G. Clot, doctor Coll y Turban, doctor Corachán, Pompeyo Crehuet, Carlos Crehuet, José M. Crivent, Melchor Colat, Juan Colom Juan Comes, Luis Companys, R. Condes, Víctor Conill, José Cardona, Cayetano Cornet, Pedro Corominas, Ramón Dalmases, Delfín Dalmau, Juliá Pevant, Señora Doménech de Cañelles, José Domingo, Pedro Domingo, L. Dorea, Daríos Durá, L. Duran y Ventosa, Felio Elias, José Escofet, Luis Espiell, F. Estapé, Santiago Estapé, Estelrich, Mariano Auras, Pompeyo Fabra, Miguel Ferra, F. Ferrando, Fernández Pellicer, Ángel Ferrer Cajigal, doctor Ferrer Prat, R. Ferreter Gili, Jaime Fonolleda, Tomás Fornells, Cayetano Freixas, J. F. Galiano, Alejandro Gallart, doctor Llorens García Tornel, José Garí, Cirilo Gasoliba, Gay de Montellá, Mario Gifreda, Luis Gil, Gustavo Gili, señorita Gili, Jiménez Bachich,Gobernador de Gerona, Grau, M. Grans y Tornes, Grant y Sala, Antonio Griera, Antonio Gualba, barón de Güell, Francisco Hernández, Amadeo Hurtado, Víctor Hurtado, Pedro Inglada, L. Isern, E. Jardí, A. Jardí, Jimeno Riero, Francisco Juliá, doctor Krechs Lana Serrate, Juan de Lasarte, José Llamesu, Luis Llimona, Juan Llongueras, J. Lluhi, Rafael López de Haro, A. López Llausás, Francisco Madrid, José Majo ,T. Maragall, Ricardo Margarit, Martín Marín, Juan Marín, José Martínez Villar, Alfonso Maseras, Maspons Anglasell, doctor Masriera, Luis Masriera, Gonzalo Massó, J. Massó Soler, J. Massó Torrents, Luis Massot, Augusto Matons, Joaquín Mauri, Millás Raurell, Antonio Mira, F. Mirabent, Julio Monroset, Joaquín Montaner, María Luz Morales, A. Marchs Monteys, M. de Montoliu, Miilet, José Nolla, Abadal, Luis Guarro, Lamote de Grignon y Tomás Garcés.
Las adhesiones
A los postres el señor López Llausas, por la comisión organizadora, dio lectura a las adhesiones recibidas, entre las que figuraban las siguientes:
De don Santiago Alba, Federació Catalana d’Estudiants Católics, María Antonia Salva, J. Puig Pujades, Suriñach Senties, Ernesto Martínez Ferrando, J. M. Boronat Requesens, Marcelino Domingo, Maluquer y Vilador, José M. Capdevila, Juan Santamaría, Tomás Roig y Llop, Joaquín Xirau, Alfredo Gallard, José Ayats, Carlos Rahola, Ateneu de Girona, Alberto de Quintana de León, Gabriel Alomar, Galo Sánchez, J. M. Bellido, Salvador Albert, José Carner. Guillermo Colom, Jaime Termens, Octavio Saltor, Germanor Orfeons de Catalunya, J. M. López Picó, Luis Capdevila, Enrique, Lluelles, José Pla (Societat de les Nacions). R. Perpinyá Grau, F. Cambó, J. Taumandreu, Joaquín Pía, Ramón M. Tenreiro y Santiago Rusiñol. En ésta, el venerable literato catalán ofrecía su refugio de «Can Ferrat» a los intelectuales que fueron ayer de excursión a Sitges.
Discursos. El del doctor Serra Hunter
Después de la lectura de las anteriores adhesiones, algunas de las cuales fueron recibidas con verdaderas ovaciones por parte de los concurrentes al acto, usó de la palabra el catedrático doctor Serra Hunter para ofrecer el banquete a los intelectuales castellanos, en nombre de los catalanes.
Lamentó que sus compañeros le hubieran confiado la difícil misión de tener que pronunciar las palabras del ofrecimiento en aquella fiesta del espíritu, y no la hubiera
aceptado si aquélla hubiera representado cualquier sector político. No hará más que exponer eu visión personal del problema, procurando reflejar la de sus compañeros y teme no hacerlo en la forma que merecen los sabios cultivadores de la lengua castellana que le escuchan.
El problema de Cataluña es el de un pueblo que trabaja para superarse a sí mismo.
Agradece el manifiesto que dirigieron al gobierno de la Dictadura los intelectuales castellanos pidiendo respeto y expansión para la lengua catalana, acto que ha sido el punto de partida del que se estaba celebrando y se condolió de la ausencia de dos de sus firmantes, don Adolfo Bonilla Sanmartín y don Eduardo Gómez de Baquero, desgraciadamente fallecidos. La fiesta es de cordialidad para aquellos que han sabido aceptar los postulados básicos de los ideales catalanes y en favor de los cuales tanto hicieron dos figuras eminentes: don Francisco Giner de los Ríos y don Marcelino Menéndez y Pelayo, que concibieron la manera de conciliar el problema en forma amable para todos. A este impulso humano y redentor respondió el manifiesto memorable que entraña la muestra de la más viva cordialidad, por lo que da lectura a uno de los párrafos de aquel histórico documento.
—Todos sabéis—dijo-—cómo quiso corresponder Cataluña a ese movimiento leal castellano y como aquel sentimiento de gratitud ha sido cada vez más vivo, porque no habéis negado vuestra efusión a nada de lo que de esta tierra viniera, como la exposición del Libro Catalán en Madrid.
No hablaré del conflicto en que quedó a salvo la dignidad de una clase, la universitaria, contra la situación que entendía que un anhelo espiritual puede resolverse como una simple ecuación de orden público. Se produjo entonces una corriente de simpatía y armonía para que reingresaran en las Universidades aquellos que por un sentimiento de dignidad habían tenido que abandonar sus cargos. Ese movimiento lo ha hecho la misma juventud que en la prensa castellana ha dedicado páginas enteras en favor de Cataluña, porque hay intereses en que no cabe más que una actitud, porque todos los espíritus selectos coinciden en ella. La guardia de honor de estos intereses la han constituido los intelectuales, con los que entablaría diálogo, seguro de que no existirán los resquemores de que tanto se ha hablado.
Después de razonar el principio de existencia de las lenguas, dijo que a pesar de la protesta de los castellanos, ha habido una etapa en que la comprensión ha sido totalmente desconocida, en que ha habido un absoluto divorcio con las cuestiones culturales, como el caso del anterior Ayuntamiento de Barcelona, que ha destruido vandálicamente cuantas instituciones recibió de sus anteriores.
Después de interesantes consideraciones sobre el problema, dijo que alguien podrá suponer quizá que el acto que se estaba celebrando no ha sido más que una brillante decoración de amistad entre los pueblos y que no se ha manifestado más que entre los intelectuales; pero el orador lee en los rostros de los que escuchan la evidencia de que se está realizando un acontecimiento de gran altura, porque señala una dulce amistad actual y una sincera confraternidad en el futuro.
Terminó diciendo: «Intelectuales de lengua castellana: Levanto mi copa por la inteligencia castellana, por vuestra cultura y porque todos sentimos el anhelo de asociarnos, en este momento de nueva idealidad europea, en una unión mejor».
El señor Giménez Caballero
Después habló en nombre de la Juventud literaria madrileña el señor Giménez Caballero, quien dijo que al solo hecho de haber sido el primer joven madrileño que trabajó en la organización del acto que se estaba celebrando, podía atribuir el honor de concedérsele el uso de la palabra. En su primer viaje adivinó ya las angustias exquisitas de las generaciones pasadas y presentes de esta tierra y aquí fue cordialmente acogido por muchos, entre los que recuerda los nombres de Estelrich, Garcés, «Gaziel», Gili, Nicolau y Ferrá, cuando llegó de Madrid sin otro bagaje que una carta de presentación, vanagloriándose hoy de que estrecha más manos amigas en Barcelona.
Dijo que llegó a imaginar la idea de publicar una revista en catalán en Madrid y llevar a la corte a los catalanes más exclusivistas y traer a Barcelona, a los madrileños más reacios; el primer artículo que en catalán le presentó Pi y Suñer y la exposición de Libros Catalán, con la que los catalanes y sus 6.000 volúmenes deshicieron la mirada inquisitorial de algunos, hasta llegar al actual momento, en que se venden muchos libros catalanes en Madrid.
Barcelona ha dado una lección de alta cultura recibiendo a los intelectuales castellanos en la forma que lo ha hecho y haciéndoles admirar lo que Madrid no tiene: esa flor de la disciplina que es el Orfeó Catalá.
—Voy a terminar—dijo—con unas palabras que, aunque parezcan una incitación, no son más que una muestra de la cordialidad que os tengo y que pronunciaré en vuestra honrosa lengua: Catalans, com el poblé que son fort, unid i unánim, vingueu a Espanya per fer d’ella un poblé fort, unid i unánim com Catalunya».
El del doctor Saínz Rodríguez
Después habló el doctor Saínz Rodríguez, quien dijo:
—Sólo al hecho, a la circunstancia de haber sido el redactor del manifiesto de la lengua catalana y su primer firmante (los comensales, puestos en pie, acogen estas palabras con un aplauso entusiástico), debo el honor de tener que hablar ante los insignes maestros de la intelectualidad española. Pero si bien fui yo el redactor, la iniciativa partió de dos hombres, uno de ellos presente en este acto y el otro fatalmente ausente.
El primero es don Ángel Ossorio y Gallardo (de nuevo los comensales aplauden, en pie, al aludido, que corresponde con ademanes afectuosos), el segundo fue compañero de todos y maestro de muchos: Don Eduardo Gómez de Baquero (se reproducen los aplausos).
El manifiesto que en forma tan pródiga acabáis de pagar, fue redactado en época en que no podíamos expresar claramente nuestro pensamiento y por ello no recoge todo nuestro criterio sotare el problema catalán.
Por esto os de decir que cuando hablamos de Cataluña no es solamente por el respeto que nos merece la lengua catalana, sino con la firme decisión de resolver vuestro problema catalán. Este no es más que un problema de desconocimiento de Cataluña y del resto de España y nosotros hemos de hacer mucho por la difusión de vuestra cultura.
El hecho de la lengua catalana no puede asustar a nadie. El labriego castellano al
saber el hecho biológico y histórico que la produce, comprenderé vuestra razón, a lo que mucho ha de contribuir sin duda el propósito que ha sido ya logrado: la traducción de cuatro de vuestros más interesantes autores a nuestro idioma.
¡Qué gran lección de sensibilidad ciudadana nos ha dado hoy Cataluña! No ha sido para recordar alguno de los múltiples agravios que lleva recibidos, sino para acogernos con su mejor espíritu fraternal. Es inútil que nos engañemos. Estamos asistiendo al proceso de descomposición del Estado español, que se inicia en la Asamblea de Parlamentarios y del cual es tan sólo un episodio la extinta dictadura y en estos momentos Cataluña puede servirnos de guía y de modelo en la reconstitución de nuestro país.
No confundáis nunca el Estado español con la nación española (ovación). Nosotros hemos oído vivas a España que no queremos, porque sabemos impuestos por razones de gentil cortesía. No los queremos hasta tenerlos conquistados con nuestra comprensión y nuestro probado afecto, y para ello propongo a mis compañeros de viaje nos dirijamos al gobierno pidiéndole la derogación de cuantas disposiciones afentan contra la lengua y la fina sensibilidad catalanas.
Terminó diciendo: «Las bases de la España grande han de partir de dos negaciones: No queramos asimilar a Cataluña, queramos estudiarla, a lo que Cataluña contestará con un «No separatismo».
El del doctor Marañón
El doctor Marañón pronunció a continuación el siguiente discurso:
Hay un instinto de conservación tan antiguo como la vida misma que defiende ia personalidad del hombre de la lucha cósmica.
Y solamente en una etapa superior de la evolución humana este mismo adopta la
modalidad histórica, gracias a la cual todo ser humano se siente engranado de manera desinteresada y pura en el mecanismo universal y eterno de ia Historia. Si meditamos sobre la España actual, surge en nosotros el convencimiento de que nuestro retraso político es aebido a la ausencia de esta modalidad histórica.
Todos los pecados de España vienen de esta sordera tenaz que empequeñeció e hizo definitivamente estéril la actividad de casi todos nuestros hombres de Estado, dotados algunos de ellos de grandes condiciones para la gobernación.
He creído siempre que esto que se llama problema de Cataluña es una de las manifestaciones típicas de esta incapacidad de comprensión histórica. Nosotros sí, ya lo sabéis, comprendemos y sentimos sin razonarlo, por simple reacción de nuestra sensibilidad, vuestro problema, que es, de rechazo, el de nosotros mismos. He aquí porque hemos sentido esta mañana y después escuchando a vuestro Orfeó y ahora mismo, en esta hora de fraternidad, una emoción llena de trascendencias y de responsabilidades incalculables.
Vosotros, que habéis sido acusados de moveros por impulsos limitados y restrictivos, habéis demostrado que vuestro fervor catalán está lleno de españolismo histórico y de patriotismo repleto de universalidad y que vuestro idioma glorioso no es más que la médula insustituible e indestructible de vuestra unión con España y con el mundo.
Hemos de alzar nuestra voz para decir; con nuestro esfuerzo, unidos en la misma fe civil, queremos una España única y diversa, federada y moderna. Yo os saludo en nombre de nuestro Ateneo, que representa en Madrid algo de lo que vosotros representáis en España y que ahora como vosotros disfruta de la libertad recobrada y del propósito de no dejársela arrebatar jamás. Y os saludo además en nombre de esta adhesión mía, íntima e inquebrantable a todo eso que es vuestro, nacida en aquellos días inolvidables y lejanos en que recogí con algunos de vosotros, en una casa humilde de la montaña catalana, el último aliento del gran espíritu que se llamó Prat de la Riba.
El de don Fernando de los Ríos
Después don Fernando de los Ríos pronunció entre otros los siguientes párrafos:
Esta fiesta cordial a la que acudimos todos con emoción profunda y compleja tiene un alto valor por el momento en que se celebra: aquel en que termina una etapa política que todos queremos que sea la divisoria entre las vertientes de la historia de España.
Se celebra, además, cuando hay también la apetencia de que llegue a poblarse la
conciencia popular de los ideales que viven agazapados en los últimos rincones del alma nacional.
Desde el 88 hay una continuidad perfecta en las apetencias del alma catalana que ningún español debe ignorar. En su comienzo fueron despertadas estas apetencias por un grupo aúlico de poetas, pero pronto las aceptastéis para el sentido de Cataluña. En la segunda etapa, que se inicia en 1907, con la inauguración del Institut d’Estudis Catalans por Prat de la Riba, no hay acto político que no tuviese una finalidad cultural ni acto cultural que no tuviera un objetivo político, y por esto, quiérase o no ha de tener la idea catalana una gran dimensión de politicidad.
Desde hace milenios toda fiesta de comensalidad lo ha sido también del espíritu, y por esto nosotros en ésta proclamamos que queremos el respeto que se debe a lo peculiar y a lo distinto; aunque sabemos que para el que debemos recorrer el camino político actual es angosto.
Estamos sometidos a la idea de homogeneidad, nosotros que somos el pueblo de más variación. Hemos puesto a España una vestidura jurídica y estrecha y realizado una centralización. Y con esta centralización hemos eliminado de los Ayuntamientos y Diputaciones la idea de la propia responsabilidad y a esta razón también obedecen esos problemas que a vosotros os causan tanto dolor: a la armadura de nuestro Estado, que es bizantino y césaropapista.
Cuando visten de luto las lenguas y los Fueros es que hay algo más hondo que está siendo víctima de mancilla: la libertad civil y para luchar contra esto hemos de pedir la ayuda de la juventud para que cuando se planteen problemas de carácter general y de grandes dimensiones nos aporte su colaboración.
Para terminar deseo que pronto volvamos a reunimos para festejar la epifanía civil de España que nos permita celebrar con mayores libertades estos actos.
El del señor Ossorio y Gallardo
Después el señor Ossorio y Gallardo dijo:
Antes de que un espíritu acucioso o burlón lo señale, quiero apresurarme a hacer la confesión de que me hallo muy satisfecho entre vosotros; pero descentrado. No soy profesor, ni investigador, ni literato, ni erudito y después de haber oído cosas que yo tan solo podría repetir torpemente, sé que mi misión en esta cena es la de recoger las vibraciones del sentimiento popular ante las verdades inalterables.
El movimiento todo de este día no es tan sólo cerebral. Hay algo en nosotros de alegría y expansión, y es que estamos festejando, digámoslo claro, el triunfo de la inteligencia sobre la fuerza, que nos advierte que en la lucha de la vida, por encima de los dogmas locales y de la política, hay otras categorías: la Fe, la Cultura, el Derecho, la Libertad, que son las que han triunfado siempre.
¿Qué queda de las feroces crueldades Nerón?; pero sí del espíritu de Séneca. ¿ de la Inquisición?; pero si de las de Galileo. Se ha extinguido la hoguera calcinó a Servet; pero sus teorías han subsistido.
El enorme poder de Napoleón y ansias de unificación europea han desaparecido,
pero existen aún su Código Civil y la Comedia Francesa. Tal es la enseñanza que no debemos olvidar nunca, porque se dan en las calles algunos vivas que en el concepto
de quienes los dan no quieren decir más que: ¡Vivan las cadenas!
Entiendo que los castellanos que asistimos a esta fiesta tenemos una misión, y es la de recoger la adhesión y el clamor de las calles barcelonesas, que nos dicen que hay compatriotas nuestros que gimen en las cárceles o sufren en el destierro por el enorme delito de haber defendido lealmente su criterio, y recogiéndolo yo invito a mis compañeros de viaje a dirigirnos al Gobierno para pedirle una amnistía no regateada, sino tan amplia como lo exige la justicia.
En momentos de pena para vosotros los castellanos estuvimos a vuestro lado y tengo la firme seguridad de que vosotros en caso contrario hubierais hecho lo mismo, y para el caso de que el fenómeno se repitiera, y no es inverosímil, hay que tener fe en el corazón.
Si se repitiera, catalanes, como los sardanistas de Maragall, os diríamos: «ja hi tornarem» y entonces el espíritu abierto y franqueado, los ojos en los ojos, podremos decir que «som un poblé que avança donantse les mans».
El señor Ortega Gasset
Don José Ortega y Gasset, dijo, entre otras cosas, las siguientes:
Suele decirse que el gremio de los intelectuales cultiva la discordia. Mala hora para este tópico cuando España vea mañana en qué abrazo tan espontáneo se han unido hoy en Barcelona intelectuales catalanes y castellanos.
Fuera de ver lo que sería la Historia si el intelectual no hubiera lanzado en ella el
encantamiento de la idea, del vocablo. La obra intelectual es de unidad, es de palabra. De la palabra que nace trémula en los labios, para encontrar el laberinto del oído y ojalá si allá, en el seno del corazón a que llega, sabe encontrar un alma gemela.
Se confunde el deber de soledad que, para crear, se impone el intelectual y la labor de unión que surge de aquel aislamiento.
¿En qué puede consistir el acuerdo que entre nosotros ha florecido? En que hay una coincidencia que no excluye la discrepancia, porque se da el lujo de incluirla, como abarca un paisaje las mayores variedades, como en el horizonte aparecen unidos cielo y mar y como el torso de la tierra aguanta esa anécdota gigantesca de las montañas.
Conviene que se sepa que hay un grupo de españoles que entiende que nuestra vida pública ha de sufrir una variación, si bien no quiere disputar sobré los medios de esa reforma.
Es milagroso que el país subsista todavía porque el poder público ha hecho lo posible para eliminar cuanto era enérgico y fomentar lo fantástico. En estos últimos cincuenta años se ha llevado a la práctica el famoso arte de prescindir: primero, del impulso catalán a base de que era áspero, ¡como si hubiera alguno que no lo fuera! Y no puede decirse que de ello hayan tenido la culpa los intelectuales precisamente.
Si saltando la máxima extensión que separa a Castilla de Cataluña y aprovechando todas las fuerzas que en España existen, se arreglara este problema habría de reconocer, aun aquel que fuera más contrario a nuestro gremio, que no había sido tan vana sobre el planeta la existencia de las letras catalanas y de las españolas.
El señor Menéndez Pidal
Después el señor Menéndez y Pidal dijo que el mismo día conmemoraba la docta corporación que él preside un acto de catalanidad: el ingreso del insigne profesor Rubió y Lluch. Sintiéndolo mucho ha dejado de asistir a ese acto, advirtiendo la enorme trascendencia del que aquí se celebra.
Vosotros—dice—os mostráis agradecidos por un simple acto de cordialidad, porque es raro que pensemos al unísono.
Recuerda la influencia que para su concepto de Cataluña tuvo su maestro Milá y Fontanals, que estudió, no solamente la aristocracia literaria, sino también el fondo popular de nuestra literatura.
Cree básicas para la comprensión futura las ideas de inteligencia y libertad, en la
que conviva la substantividad de cada uno. Sin violencias ni opresiones. Vivimos ideológicamente en común con las preocupaciones de la postguerra y tenemos las dos aspiraciones de la hora presente: inteligencia y libertad.
El problema capital consiste en saber aprovechar cada una de las energías nacionales en el común ideal.
El doctor Pí y Suñer
Cerró los discursos el doctor Pi Suñer, para agradecer a los intelectuales castellanos haber asistido al homenaje dado en su honor por los catalanes.
Dijo:
Nos reunimos esta noche en un acto cordial para testimoniar la gratitud de Cataluña, al espíritu castellano que en tiempos difíciles salió en defensa de la lengua catalana, respetando él hecho histórico y el Derecho.
Nos encontramos reunidos aquí los hombres de más dispares tendencias, pero coincidiendo en lo que es condición primaria de la vida humana: la libertad y la dignidad.
La libertad es necesaria como el aire al cuerpo; nunca se siente hambre de aire, pero si falta pronto se notan los síntomas de la fatal asfixia. Cuando se goza de libertad no se nota el bien; es cuando se pierde que se echa en falta.
La renovada tendencia liberal es el normal resultado de la vida pasada en que hemos sabido de todos los oprobios a nuestra lengua y si España ha de conseguir prestigio no será por la fuerza, que no tiene, sino por su sinceridad y seriedad políticas.
Vosotros visteis cómo era arbitraria la opresión a nuestra lengua, porque tenéis clara visión y el corazón generoso y no pensasteis jamás que, para mayor honor de la
lengua castellana, hubiera de ser impuesta a los otros por medios coloniales. Somos cinco millones de hombres que hablamos nuestra lengua, que la amamos por la misma ley biológica por la que amamos a nuestra madre y el campanario de nuestro pueblo y que la queremos por su fuerza histórica.
Hoy vibramos de entusiasmo por la común generosidad, por el respeto al ideal y a la dignidad humana y colectiva, como lo prueba la mutua comprensión y la repulsa de todos los presentes a la arbitrariedad e injusticia.
Pero hoy que se inicia el retorno a la Justicia y a la Libertad falta todavía una reparación a Cataluña. La fina sensibilidad de Ossorio y Gallardo lo ha recogido ya. Hace poco dióse una amnistía; ¡bendita sea la amnistía, la generosidad!, pero hay todavía compatriotas nuestros en las cárceles y en el destierro porque aquella amnistía no abarca a todos. No será tal si vosotros no hacéis que tampoco sea una excepción Cataluña en ella.
Oíd a nuestras mujeres en plebiscito unánime; oíd el clamor que surge de todos los lugares de esta tierra que no podrá considerar normal una situación que no trata por igual a todos y cuando recibamos la reparación, mano con mano, iremos a la realización del ideal de todos.
Tenemos fe en la fuerza que forma el individuo y la sociedad; que forja y deshace
naciones. El espíritu es creador e imperecedero. Tenemos amplia visión de la vida y de las colectividades que aprenden de la vida misma y esto es lo que nos reúne alrededor de esta mesa, como en la cena apostólica.
Nuestro lema es libertad y ley, que no pueda conculcar aquello que es indispensable para la existencia civil.
Un conmovido recuerdo para vuestros muertos y los nuestros: Adolfo Bonilla Sanmartín, Eduardo Gómez de Baquero y Enrique de Mesa y para los pobres muertos anónimos.
Y ahora el gesto ritual de levantar mi copa por la grandeza y honor de Castilla, Galicia, Vasconia, Andalucía y Cataluña. Por la nueva España en una sociedad justa y digna.
Seguidamente se dio por terminado el acto, durante el cual los oradores habían sido premiados en varios de sus elocuentes párrafos y especialmente al terminar sus respectivas oraciones con aplausos calurosos y continuados.
Los altavoces que habían sido instalados no pudieron funcionar; pero no fueron precisos debido al religioso silencio y ferviente atención con que todos los comensales escucharon los parlamentos de todos los insignes oradores.
A la hora de los discursos llegaron a la cena distinguidas damas de la alta sociedad barcelonesa que los escucharon ocupando palcos del salón donde se celebraba la fiesta.
Pidiendo la amnistía
Al terminar la fiesta los intelectuales castellanos dirigieron al Gobierno el siguiente telegrama, que firmaron todos ellos:
«Presidente Consejo ministros. Elementos culturales castellanos todas tendencias, después celebrar inolvidable acto confraternidad con catalanes, rogamos vivo empeño estimándolo justicia, amplíese amnistía presos desterrados por actos servicios ideales revisión proceso Garraf, derogación disposiciones dictadura deprimen agravian Cataluña».
La Vanguardia, 25 marzo 1930, págs. 8,9 y10
Transcripción del artículo reproducido en el Romancero de la Cuesta del Zarzal:
4. APORTACIONES AL ARCHIVO DE COLECCIONES AJENAS. EL ROMANCERO CATALÁN, 1930-1933.