CARTA DE SIMONA DELIC
Estimado Sr./Sra.:
Dra. Simona Delic.
Investigadora en el Instituto de Estudios Etnológicos y Folklorísticos, Zagreb (Croacia)
Como “ Amigo del Olivar de Chamartín”, me dirijo a Vd., responsable de la protección del Patrimonio Cultural, Histórico y Natural, con el fin de solicitar que sea concedida al “Olivar de Chamartín” la categoría de Bien de Interés Cultural, por su inmenso valor histórico y ecológico.
Conozco la Fundación Ramón Menéndez Pidal y al Prof. dr. Diego Catalán desde 1997 cuando vine por primera vez como becaria del Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino de España a realizar los estudios romancísticos. Vine interesada en el estudio del Romancero en el contexto baladístico europeo, ya que me constaba de que en el Archivo se encuentra uno de los centros más importantes no sólo para el estudio del Romancero sino también de sus múltiples y variadas relaciones con el mundo de la balada europea. Pero fue en el año 2000 cuando vine como becaria de la Agencia Española de Cooperación Internacional y la Open Society de Nueva York a realizar mi estudio de doctorado, que he podido apreciar todas las riquezas de la abundantísima colección Menéndez Pidal coleccionada con primor y entusiasmo por unas de las personalidades claves de la cultura española contemporánea, Ramón Menéndez Pidal y María Goyri y sus colaboradores, y más tarde continuada por sus sucesores, en particular, por el Prof. Dr. Diego Catalán. Fue profesor Catalán quien me introdujo en los «secretos del Romancero» y que me recomendó la abundante bibliografía que se atesora en esta «casa mágica» de Chamartín sumergida en un verdadero arboretum, con olivos centenarios, madroños e hierbas aromáticas por el que pasearon unos de los protagonistas del siglo XX en Ciencias Humanísticas y Naturales. Estuve yo asombrada de la riqueza de los fondos archivísticos que encontré al alcance de mi mano gracias a la amabilidad del Profesor Catalán aunque me constaba de que la Fundación vivía unos días precarios ya que la infraestructura completa dependía de la agilidad y habilidad de este amable profesor, el gran sabio del Romancero y sucesor de su abuelo ilustre. Particularmente, me constaba la riqueza de los fondos relacionados con el romancero sefardí de los Balcanes. Cuando en el año 2000 visité la Comunidad Judía de Sarajevo me habían llamado la atención de que en la casa de Chamartín en Madrid era donde se atesoraba una de las más grandes colecciones del romancero sefardí de Bosnia, pero sólo al conocer el Archivo pude apreciar toda la riqueza de este tesoro que es un testimonio sin igual de una comunidad que hoy día, después de las últimas guerras balcánicas, está luchando por su identidad cultural en Bosnia pero también en Croacia. Asimismo me deslumbraba la belleza delicada de la construcción arquitectónica en cuyas paredes colgaban los retratos y fotografías de Menéndez Pidal en los que todavía podía apreciarse la sonrisa del gran filólogo español, de sus colaboradores y familiares. Pero si quedé prendida del encanto de este «paraíso filológico», colaboró en ello el jardín de esta «Alhambra» en medio del Madrid urbanístico y las charlas con el Profesor Catalán y sus colaboradores sobre la balada llevadas en ella durante las caminatas peripatéticas. Cuando más tarde, en el año 2001 visité Deutsches Volksliedarchiv en Friburgo, en Alemania, fundada por el gran filólogo alemán John Meier, el coetáneo de Menéndez Pidal y uno de sus amigos y colaboradores, como becaria de Deutsches Akademisches Austauschdienst (DAAD), vino flotando en mi memoria la imagen de esta bella casa y su jardín en Chamartín. Rodeada de filólogos alemanes en un Wintergarten que daba al jardín en el que estaba enterrado el filólogo alemán tuve un deja vu. Estaba yo rodeada de arbustos rosáceos, de yerba verde y olmos centenarios en este jardín opulento centroeuropeo presidido por una vieja casona de la familia de John Meier, pero de repente sentí de que ya había vivido esta sensación mágica de la unidad del espíritu y de la naturaleza en el jardín y la casa mediterránea pidaliana. Sentí un deseo profundo de volver a este jardín y a la Fundación Menéndez Pidal, a la «estantería de la balada europea» en la que cada libro prometía calmar mis ansias investigadoras. Mi esperanza de que iba a volver a Madrid se realizó en aquél entonces: pasé casi tres años trabajando en las habitaciones silenciosas por las que se deslizan las sombras del pasado ilustre y que esperan que vuelvan a vivir los días del apogeo de antaño. Sigo esperando de que siempre cuando vuelva a Madrid pueda volver a esta casa-museo de la que guardo un recuerdo muy cariñoso. Estoy convencida de que se cometería un daño irreparable si se destruyera la unidad arbórea de estas fincas del Olivar de Chamartín, ya que todo el jardín como una unidad demuestra el gusto refinado de las almas sofisticadas que saben que el locus amoenus desde el inicio de la Humanidad ha sido una de las condiciones sine qua non del deleite intelectual del sabio. La Casa Menéndez Pidal y su jardín debe quedar uno de los centros más importantes de los estudios romancísticos y baladísticos: por la riqueza de sus fondos, por la construcción arquitectónica y el jardín que lo rodea podría encontrarse en cualquiera de los países europeos con una tradición desarrollada de los estudios baladísticos y filológicos. Por todo ello, uno mi voz a todos aquéllos que esperan que las autoridades y toda persona o grupos interesados protejan este Olivar histórico por la memoria que atesora, por su labor pasada y labor cultural futura, así como por su especial locación.
Conozco la Fundación Ramón Menéndez Pidal y al Prof. dr. Diego Catalán desde 1997 cuando vine por primera vez como becaria del Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino de España a realizar los estudios romancísticos. Vine interesada en el estudio del Romancero en el contexto baladístico europeo, ya que me constaba de que en el Archivo se encuentra uno de los centros más importantes no sólo para el estudio del Romancero sino también de sus múltiples y variadas relaciones con el mundo de la balada europea. Pero fue en el año 2000 cuando vine como becaria de la Agencia Española de Cooperación Internacional y la Open Society de Nueva York a realizar mi estudio de doctorado, que he podido apreciar todas las riquezas de la abundantísima colección Menéndez Pidal coleccionada con primor y entusiasmo por unas de las personalidades claves de la cultura española contemporánea, Ramón Menéndez Pidal y María Goyri y sus colaboradores, y más tarde continuada por sus sucesores, en particular, por el Prof. Dr. Diego Catalán. Fue profesor Catalán quien me introdujo en los «secretos del Romancero» y que me recomendó la abundante bibliografía que se atesora en esta «casa mágica» de Chamartín sumergida en un verdadero arboretum, con olivos centenarios, madroños e hierbas aromáticas por el que pasearon unos de los protagonistas del siglo XX en Ciencias Humanísticas y Naturales. Estuve yo asombrada de la riqueza de los fondos archivísticos que encontré al alcance de mi mano gracias a la amabilidad del Profesor Catalán aunque me constaba de que la Fundación vivía unos días precarios ya que la infraestructura completa dependía de la agilidad y habilidad de este amable profesor, el gran sabio del Romancero y sucesor de su abuelo ilustre. Particularmente, me constaba la riqueza de los fondos relacionados con el romancero sefardí de los Balcanes. Cuando en el año 2000 visité la Comunidad Judía de Sarajevo me habían llamado la atención de que en la casa de Chamartín en Madrid era donde se atesoraba una de las más grandes colecciones del romancero sefardí de Bosnia, pero sólo al conocer el Archivo pude apreciar toda la riqueza de este tesoro que es un testimonio sin igual de una comunidad que hoy día, después de las últimas guerras balcánicas, está luchando por su identidad cultural en Bosnia pero también en Croacia. Asimismo me deslumbraba la belleza delicada de la construcción arquitectónica en cuyas paredes colgaban los retratos y fotografías de Menéndez Pidal en los que todavía podía apreciarse la sonrisa del gran filólogo español, de sus colaboradores y familiares. Pero si quedé prendida del encanto de este «paraíso filológico», colaboró en ello el jardín de esta «Alhambra» en medio del Madrid urbanístico y las charlas con el Profesor Catalán y sus colaboradores sobre la balada llevadas en ella durante las caminatas peripatéticas. Cuando más tarde, en el año 2001 visité Deutsches Volksliedarchiv en Friburgo, en Alemania, fundada por el gran filólogo alemán John Meier, el coetáneo de Menéndez Pidal y uno de sus amigos y colaboradores, como becaria de Deutsches Akademisches Austauschdienst (DAAD), vino flotando en mi memoria la imagen de esta bella casa y su jardín en Chamartín. Rodeada de filólogos alemanes en un Wintergarten que daba al jardín en el que estaba enterrado el filólogo alemán tuve un deja vu. Estaba yo rodeada de arbustos rosáceos, de yerba verde y olmos centenarios en este jardín opulento centroeuropeo presidido por una vieja casona de la familia de John Meier, pero de repente sentí de que ya había vivido esta sensación mágica de la unidad del espíritu y de la naturaleza en el jardín y la casa mediterránea pidaliana. Sentí un deseo profundo de volver a este jardín y a la Fundación Menéndez Pidal, a la «estantería de la balada europea» en la que cada libro prometía calmar mis ansias investigadoras. Mi esperanza de que iba a volver a Madrid se realizó en aquél entonces: pasé casi tres años trabajando en las habitaciones silenciosas por las que se deslizan las sombras del pasado ilustre y que esperan que vuelvan a vivir los días del apogeo de antaño. Sigo esperando de que siempre cuando vuelva a Madrid pueda volver a esta casa-museo de la que guardo un recuerdo muy cariñoso. Estoy convencida de que se cometería un daño irreparable si se destruyera la unidad arbórea de estas fincas del Olivar de Chamartín, ya que todo el jardín como una unidad demuestra el gusto refinado de las almas sofisticadas que saben que el locus amoenus desde el inicio de la Humanidad ha sido una de las condiciones sine qua non del deleite intelectual del sabio. La Casa Menéndez Pidal y su jardín debe quedar uno de los centros más importantes de los estudios romancísticos y baladísticos: por la riqueza de sus fondos, por la construcción arquitectónica y el jardín que lo rodea podría encontrarse en cualquiera de los países europeos con una tradición desarrollada de los estudios baladísticos y filológicos. Por todo ello, uno mi voz a todos aquéllos que esperan que las autoridades y toda persona o grupos interesados protejan este Olivar histórico por la memoria que atesora, por su labor pasada y labor cultural futura, así como por su especial locación.
Dra. Simona Delic.
Investigadora en el Instituto de Estudios Etnológicos y Folklorísticos, Zagreb (Croacia)
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